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lunes, 26 de noviembre de 2012

El encuentro III

mientras nos demoramos
tuyo es el reino, tuyo el poder
y para qué lo quieres si los tormentos
veneran tus lindos tobillos
y se vuelven locos y de lamerlos
pasan a cuchillo primero tu piel
suave y delicada, después cada vena,
cada pequeña porción de músculo
que hasta ahí llega unida a los ligamentos
blancos y cortan hasta el hueso,
la articulación del sonido
separando el empeine del extremo
de tu hermosa pierna qué haré
yo sin tus piernas, mis piernas
y los pies se preguntan condenados
a vagar sin cerebro chorreando la poca sangre
que les queda por el desierto blanco
del no saber qué son, para qué
sirven un par de pies con dedos
que oyen los ayes de un cuerpo
que se tambalea ya carente
de horizontal de equilibrio
que busca y entonces cae y tú y yo
tan sólo con imaginar sin querer
cuánto duele caminar con dos tobillos
en carne viva sobre la costra puntiaguda.

qué mal, qué mal,
cuánto mal
cuanta agua se me escapa
por las axilas amándote,
mi agua sin brazos
con los que pueda
sostenerte.
(la impotencia)

¿qué sucede en este mundo tan cruel
de los demás y en el mío que nada
tiene sentido sino a través del dolor
ese ponzoñoso filtro
por el que la vida se ejecuta en vez de vivirla?

sentada, todo me absorbe
me hace tan pequeña
que no puedo con mi cuerpo
y mucho menos con mi alma
que todo lo comprende
salvo sus propios sentimientos
que no le caben. se desborda.
como una barca ahogada.


mientras yo escribía estos versos una persona querida estaba viviendo los peligros de ser ciudadano de un país corrompido. NO sabemos lo que tenemos, nuestro mayor pecado como españoles de este siglo es y está siendo el no saber valorar el estado que entre todos construimos cuando murió el dictador. nos dedicamos a protestar a envilecer, a criticar sin ánimo constructivo alguno los problemas que el devenir natural plantea a cualquier tipo de existencia, da lo mismo que sea la de un individuo que la de un país entero, sin pararnos a pensar que disponemos de la garantía del disfrute del mayor derecho del ser humano, la garantía de ser libres. Casi nadie es capaz de ponerse en el lugar de lo que sería su vida si la seguridad y la libertad (tan complejo poder arbitrar las dos garantías en cualquier estructura política) no nos ampararan. Casi Nadie es capaz porque se carece de la co-razón, la que nos da la voluntad de hacer el esfuerzo para poder imaginar la situación del otro.

Estoy preocupada por un amigo querido y no sé qué hacer con los coleos.
Ayer compré dos macetas de romero. He quitado los coleos del balcón y he puesto en su lugar los romeros.
No sé qué hacer con los coleos ya podados e invernando. si los dejo dentro, seguirán brotando, pero muy espigados por falta de luz suficiente. Si los dejo fuera veré dos macetas feas y mochas. Les friego y limpio los platos respectivos, los pongo en la mesa de la cocina, sigo sin saber qué hacer con los coleos.
Pero hay dos romeros como dos pequeños cipreses guardando la entrada a lo que más quiero.


sé a ciencia cierta que he terminado un ciclo, pero me deprime este in albis, no saber cómo cerrarlo, no saber qué hacer con el cuarto claro, la vuelta de tuerca se me impone, la deseo y todo me la pide, pero no sé cómo darla, no sé cómo cerrar ese grifo. no sé, no sé nada, Me grava la impotencia. Dicen que cuando no se sabe qué hacer lo mejor es no hacer nada. Y eso intento, no hacer nada, sólo escribir algo, para mí, y leer seguir leyendo doblemente, alimentarme

soy yo ahora la que navego en la oscuridad más absoluta. falso, el faro me lanza ráfagas, pero el faro significa impotencia, cada vez que me mira me entran ganas de llorar, de salir corriendo, no puedo con tanto encuentro. la última vez me arrimé y la barca se estrelló contra la escollera. Debo desviarme, pero ni siquiera sé si la orilla continúa hacia la derecha, no veo nada, debo palpar y no tengo brazos, oler, oler la tierra desde el mar, ¿ahora soy yo la náufraga?, ¿cómo esto?, ¿no era al contrario?
él se ilumina y yo apenas floto en este mar y cielo negros.
Las estrellas, las estrellas, las estrellas.
Tal vez este cuarto oscuro


Al final Tocqueville me da la clave de mi disintonía política con cualquier intento de orden o desorden en el tiempo que vivimos.

"Estaba convencido [Tocqueville] de que, sin darse cuenta de ello, habían conservado [los franceses] del antiguo régimen la mayoría de los sentimientos, de los hábitos, e incluso de las ideas con cuya ayuda habían realizado la Revolución que lo destruyó. Y, sin proponérselo, habían utilizado sus ruinas para construir el edificio de la nueva sociedad".

Así es natural que desde allí hasta los fascismos llegaran (falsos ellos también lograron provocar las mayores hecatombes contemporáneas), que hubiera lugar para ellos en este "nuevo régimen" que la revolución francesa posibilitó. Así nada, digo casi nada, de lo que estamos haciendo tras ella adquiere justa causa o sentido para mí. Todo es incierto. Todo es falso.
Ni las guillotinas, ellas menos que nada, sirven.
Al final, poetizar, la única empresa humanamente rentable.
Quizás pueda volver al cuarto claro.

(domingo 25 de noviembre, Sofía Serra)

El encuentro II

el rumor se hundió,
pero quedaron las olas
meciendo la despedida.
En silencio el mar,
la voz en silencio,
el murmullo callado
encallan las algas,
la vertiente del agua se desliza
y asume las sienes,
jamás hombre tan bueno
el que osó avanzar
sobre el líquido elemento
de la vida,
la existencia.


Es la primera vez.
Tu persona lo merece.


ahora que he decidido (todo me lo ha pedido, todo, incluso yo) frenar, pararme, sentarme no sé si a esperar, creo que no, tan sólo a intentar descansar y en el camino asentar la tierra que piso, me llegan. Ya hoy no soporto molestarme en indicar, ni siquiera en expresar la relativa indignación, relativa porque no es contra la persona, ¿no lo es?, no, es contra que se hizo así. Somos un poco, y hasta un mucho, todos.
Ahora que comienzo, o terminé,
me llegan. Y sí sé qué es peor.
Honestamente: aposté muy bien.
Yo no quiero ganancias.

(sábado 24 de noviembre, Sofía Serra)

El encuentro I

El final

tramitando orígenes,
describiendo siendos
siendo senda siego
múltiples arbustos para verdear
esta casa redonda,
la exedra que me abraza,
aquí el mar y justo aquí la playa

venga y dime dónde te hallas
aunque yo ya sepa
que tú has llegado
jadeando duermen
los besos de la aurora
la senda que se cierra
y se abraza a sí misma
como siempre.
huyen las barcazas vacías
de aire nocturno
que exhala vapores
seducidos con el dulzor
de las cañas, tan fresca
la brisa veo
llegar al náufrago
sin ser
él piensa
las olas del mar,
y el mar
me hace la playa.
Dichosa la arena, feliz
porque el agua tiende
a secarla ante mi terraza.
Atrás la estantería estratigráfica,
delante, mi mesa donde escribo,
el aroma del tomillo y la sal
esculpen los pájaros bajo la torre,
ella se queda, yo me vengo.
Anida la córvida.
Las conchas de afrodita
cierran sus ojos
que ya no se ciegan
con el brillo
de las piedras,
tan solo piedras.
… y qué más queremos que piedras.

Ven y absuélveme, órgano sin nombre,
ven y ayúdame a solear este suelo
amarillo y negro como el plumaje
de los jilgueros que hasta aquí
arriban.
de alta mar.
Sin pesca, sin marinos,
ni los elefantes se asoman
a esta bahía redonda.

Ven y absórbeme, arena seca.
Desaparezco justo aquí
soy en mis orígenes
tercio el combate y ya
no lucho porque
he llegado a donde
quería
yo
y
ella
sabía.

quizás ha llegado la hora de descansar de escribir poesía. Asentar, sentada estoy aquí. A mi espalda el circo, la exedra pequeña dentro de la gran exedra de los cabezos amarillos. Ante mis ojos el mar, la orilla, el agua y la arena. Hacia mi derecha la torre. Ella ha quedado allá por mí. A mi izquierda no necesito mirar. Del mar llegará el náufrago o el valiente, tal vez el mismo hombre y mujer que aquí se sienta. Sentar y asentar, asentar esta tierra amarilla, verdear la linde con ramas llena de hojas perennes, rastrillar el suelo, peinar la arena casi tierra. Esta es mi biblioteca, las estanterías están repletas de ejemplares estratigráficos y a mis ojos los ilumina el esplendor del cielo semiazul, semiblanco, semiverde como el mar que es plena luz. Nunca me ciego, miro al sur aunque todo llegue por poniente. y todo vuele también, camino de sus orígenes también. veo pasar la nave vikinga de vuelta a su norte, veo llegar, veo volver todo a sus orígenes. Este es el camino de la esencia, redondo, siempre redondo. La curva que nunca se cierra, la espiral.

son tus espaldas marrones y tu nuca morena,
siempre pudiente, las que veo rozar el negro
del vacío, no te mueves, ni te pierdes.
No te das la vuelta.

y el mar pertrechado en el mar
y el vacío hacia donde vuelves tus ojos
con tu cabeza demudada en sonrisa
invulnerable, vuelven
las dulces patrias
la bienvenida otoñal
a la lugareña costumbre
de habitar la arena (como
habita la poesía)
antes de tiempo,
antes de que el mar
la cubra o la ame
antes de nuestra propia hazaña
de darnos
por vencidos
cuando no hay sentimiento
de derrota
o victoria
tuya ni de mí, el Nadie
de rumbo endogástrico.
Como el de los erizos
vueltos del derecho,
con el estómago naranja
a salvo y protegido
ya en la otra playa,
al filo del mismo mar.
Ya se alimentan por sí mismos.


Las campanas me lo dicen
metodizan la prueba fehaciente
: todo vuelve a su origen.
Es primavera tal como tañen
esta tarde
las campanas melodizan
este noviembre de norte
disarmónico
componiendo el sur
con rumbo primaveral.


en la torre se funden la noche y el día
amando la roca se besan como durmientes
vivos de la rosa estratigrafiada,
sellan el pacto con el interlocutor
divino y arrecian juntas
contra el dolor y la tormenta,
si es que esta llega.
duerme plácida la noche negra
y el día seriado, duermen benevolentes
las nubes pastando en el manantial
de los cabezos, se alejan
y olvidan
lo que hombres fueron ajenos
juegan al corro
festejando tanto amor encontrado,
tanto amor sonriendo.


En la senda del agua
amanece el verso breve,
la ergonomía del alma
acomodando heridas y curaciones
milagrosas donde corresponde,
justo en la brecha abierta
en la roca, justo en la tierra
vertical apisonada
a mi espalda.
Rozar con las yemas de los dedos
tanto bocado ininteligible
para salivas que se adueñan
de las lenguas que ya no hablan.
Qué más quisiera yo que permanecer
a solas sobre este baremo de hombre,
me asusta tanta soledad
humillada ante las aletas
de mi nariz, huelo el salitre
y tan sólo distingo el enredo
de las algas en las nasas
que los pescadores recogen.

pero la tierra amarilla
me habla de otras redes
con vueltas de agua.
Capturan mi corazón, que se desprende,
se me desprende. Y duele, cuánto duele.

El silencio va depositando los materiales
de mi escucha. Un trabajo sordo, quieto,
iluminado a modo de los antiguos
códices: una miniatura aquí,
la escena en cualquier esquina,
alguna contorsión de tus dedos
afilando un horizonte que no padezco
ni del que presumo… tan lejos
te expandes súbitamente,
y mi corazón me duele, se desprende,
se desprende y cuánto me duele.

Los estratos permanecen quietos,
mi mano los lee sin entender
absolutamente nada.

Conocía y ya las redes se han congelado
junto con la orilla. Aunque oiga las olas
ellas no se mueven. Mis oídos
componen su nana para los días
por venir. Hay dolor del que no sé
si me despido o es que dirige mi voz.
Aún no sé, aun no sé,
pero el desprendimiento suena
como si el mar entonara

las ruinas
de algo.
Ojalá sea Amor, que siempre
nombra ruina de lo falso,
llegando
a la orilla.
mi corazón se desprende,
se desprende sabiendo
cuánto duele
amar.

vengo asomada a vaticinarte
la desdicha y la duda:
Huye, alma devota,
déjame sola e inerme.
Así, ni tú ni yo sufriremos entonces.

Vivimos una gangrena permanente y yo prefiero cortar por lo sano.

(viernes 23 de noviembre de 2012, Sofía Serra)
 
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