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sábado, 22 de septiembre de 2012

Una rosa de David por Cuba

Una rosa de David por Cuba

Conocí a David Lago González a través de su blog, El penthouse de Heriberto, al que llegué de casualidad hace ya creo que unos tres años. Buscaba información sobre editoriales españolas cuando, al detenerme en los textos que ofrecía en su perfil, leí unas palabras que me dijeron más de lo previsible. Entonces decidí hacerme seguidora. Despertaba interés en mí un poeta que decía aquello, y alguien que, por lo que acerté a vislumbrar, era cubano viviendo ya en España desde hacía décadas. Estuve esos dos o tres años siguiéndolo, leyendo sus entradas, sin comentar. Poco a poco, a la vez que iba descubriendo su personalidad, se me fueron abriendo los ojos al conocimiento de una realidad cubana en el exilio, otra realidad cubana en el exilio. Él, por su condición de homosexual y por su desadscripción de movimiento político de algún tipo, simple y llanamente era poeta, no era afecto ni para unos ni para otros.

Él era libre-pensador (parece mentira que haya que usar esta expresión compuesta para hacerse entender). Era, por encima de todo, una persona libre.

Estuve, como decía, bastante tiempo siguiéndolo, sin comentar. No me atrevía. Para mí, española progresista, social-demócrata a la hora de votar, anarquista de conciencia, aquello, el territorio cubano en el exilio, se me asemejaba a un terreno de arenas movedizas, no sabía si usar pies de plomo o pies de plumas. Temía meter la pata aunque sólo usara dedos para teclear. “Dios de mi vida”, me decía, “tantos en el exilio y tan divididos , ¿así cómo se va a conseguir nada?”.
Por el “nada” entendía y entiendo la desaparición de la dictadura cubana castrista y post- castrista.
El caso es que tardé mucho en atreverme a hablar. A David le llovían las piedras desde un lado y desde el otro. También algunos y sinceros besos desde luego. Y así, entre piedras y besos, la confianza fue adueñándose de mis pies y de mi boca hasta que el año pasado ya me permití hacerle algún comentario. Él dejó algunos en mis blogs, contactamos por facebook y cruzamos un par de correos o tres, tan sólo.
En el segundo o tercero me comentó que se iba para el hospital, que padecía SIDA. No le di excesiva importancia, no era la primera persona que conocía, por internet o en la calle, que padeciera esta enfermedad. Pensé, pensaba, que iría a una revisión o cualquier proceso similar. Pero no fue así. Cuando al cabo de los dos meses de ese último correo seguía sin tener noticias suyas (ni por el blog, ni por correo, ni por Facebook) comencé a pensar en lo peor.
Pero como, efectivamente, no éramos amigos-amigos, es decir, personas que hubiéramos desarrollado una confianza más allá de la lógicamente desarrollada a través del componente esencial de la franqueza, mi corazón sólo se preocupó como en lejanía. Yo, tan intuitiva (sic), no llegaba a considerar la emoción de que tal vez hubiera muerto.
(me sucede siempre igual, toda emoción que no logro pre-percibir, termina por hacerse realidad)
Bastantes meses después me encontré con el mazazo. Efectivamente murió a los pocos días de ese correo.
Hoy, en estos días, he podido prender una rosa en el ojal de su chaqueta, con toda la emoción por su muerte ya al descubierto para mí misma. En pocos días mostraré la fotografía de esa rosa en este blog, la fotografía, porque la rosa es suya. Una mínima fotografía de rosa para lo que tanto hay que lograr, que una realidad social y política tan dividida pueda unirse algún día para luchar por lo que tantos anhelan y anhelamos: la democracia plena en Cuba, es decir la llegada de un estado que permita el desarrollo integral de todos los derechos humanos, una ley que los ampare, que vele por su cumplimiento, por el cumplimiento de esos derechos que no hacen distingos entre las personas  por su condición sexual, religiosa, política, geográfica o económica, aquellos que declaran a todos los seres humanos como iguales y como poseedores de un sueño común.
No deseo más que ellos, los cubanos, se unan, y también, más egoístamente, que algunos españoles aprendan a distinguir entre derechos humanos y principios sociales sujetos a los devenires económicos.
Por el libre-pensamiento, la igualdad y la fraternidad, David. Ya mostraré tu rosa.
 
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