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viernes, 2 de marzo de 2012

Sobre la voluntad (Agustín de Hipona)

[...] Hice por tanto muchas cosas en que no era lo mismo querer que poder. [...]Mi cuerpo respondía al más ligero deseo de mi alma poniendo en movimiento sus miembros a la más leve indicación mía. Y lo hacía más fácilmente que mi alma se obedecía a sí misma asintiendo a su propio gran deseo, que sólo podía cumplirse con un acto de voluntad.
[...] el alma da una orden al cuerpo y es inmediatamente obedecida. [...] Ordena que se mueva la mano y obedece con tal facilidad que apenas se puede distinguir la orden de su ejecución. [...] Pero cuando el alma se ordena a sí misma para que quiera una cosa, no obedece, a pesar de ser el mismo el que manda y el que es mandado. ¿De dónde este extraño fenómeno? ¿Y cuál es su causa? Manda —digo— el alma para que ella misma quiera algo— puesto que no lo mandaría si no quiere— y no hace lo que manda. En consecuencia, no lo quiere totalmente y, por tanto, tampoco manda totalmente. manda en cuanto lo quiere y no hace lo que manda en cuanto no lo quiere. la voluntad manda que que haya voluntad de hacer algo, y es ella la que manada y no otra. Luego no manda del todo. Y ésta es la razón de que no haga lo que manda. Porque si la voluntad fuera plena no mandaría que fuera plena, puesto que ya lo sería.No es pues, un extraño fenómeno querer en parte y en parte no querer. Es una enfermedad del alma, que no se eleva totalmente a las alturas cuando es elevada por la verdad, oprimida como está por el peso de la costumbre. [...]

(Confesiones, Libro VIII. Alianza Editorial.)
 
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