miércoles, 20 de noviembre de 2013

La estatua de bronce (en dos palabras)

La estatua de bronce (en dos palabras)

Claro hueco de día en el que la noche
nos hace más bellos. En ese hueco
perenne cabe el silencio blando
como un puro derrame de amor lento
abriendo paso a lo inexpugnable.
La sonrisa del camino despeja
la abertura por donde te encuentro
como un freno sincero y entusiasta
enciendo mientras tanto mi antorcha
que prende alegre al paso
de la corriente clara, un camino luz
y mundo y tu silueta recortada
al filo del brillante pozo:
tus ojos como estrellas.

Qué más me da amarte
sino mi propio yo, para qué
más que mi propio amarte.

Confieso que el bronce
de la estatua recorrió avenidas,
y no deseo transmutarlo.
Su verde esmeralda entrena
de esperanza el movimiento
de sus manos, verte lejos
derretir el asfalto como un sonoro
campanario de bruces tu boca
y un tañido callado—el de tu voz—
que reproduce mi propio nombre.

A veces me quedo dormida
y quieta para que no se rompa
el silencio que me ama.

Esta geografía sin dulce
de paño caliente o fresco almíbar
sella el agua en mis labios.
Me faltó la fotografía de un hombre
armado y tierno, algo mío que duerme
y murió tranquilo y mudo al verte.

En esta sintomática pausa,
que no adivino, echan raíces
los potos, los coleos y la parra virgen,
yo aún no he acabado mi tónica,
la velocidad del cierto mundo
centrifuga tus ojos lejos míos
son el silencio y la calle
por donde te veo caminar lentamente
sin cerca o más grande,
sin lejos o más pequeño
sin mi saber si vienes o vas.
Pero mi antorcha no se apaga.

Y tú duermes y despiertas
en dos palabras
que no pronuncio.

2 comentarios:

  1. Iba donar un euro para que siguieras hablando más no lo haré.

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  2. En dos palabras, también: Mudo, quedo.
    Y otras dos (estoy que lo tiro): Abrazos, siempre

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