Claro hueco de día en el que la noche
nos hace más bellos. En ese hueco
perenne cabe el silencio blando
como un puro derrame de amor lento
abriendo paso a lo inexpugnable.
La sonrisa del camino despeja
la abertura por donde te encuentro
como un freno sincero y entusiasta
enciendo mientras tanto mi antorcha
que prende alegre al paso
de la corriente clara, un camino luz
y mundo y tu silueta recortada
al filo del brillante pozo:
tus ojos como estrellas.
Qué más me da amarte
sino mi propio yo, para qué
más que mi propio amarte.
Confieso que el bronce
de la estatua recorrió avenidas,
y no deseo transmutarlo.
Su verde esmeralda entrena
de esperanza el movimiento
de sus manos, verte lejos
derretir el asfalto como un sonoro
campanario de bruces tu boca
y un tañido callado—el de tu voz—
que reproduce mi propio nombre.
A veces me quedo dormida
y quieta para que no se rompa
el silencio que me ama.
Esta geografía sin dulce
de paño caliente o fresco almíbar
sella el agua en mis labios.
Me faltó la fotografía de un hombre
armado y tierno, algo mío que duerme
y murió tranquilo y mudo al verte.
En esta sintomática pausa,
que no adivino, echan raíces
los potos, los coleos y la parra virgen,
yo aún no he acabado mi tónica,
la velocidad del cierto mundo
centrifuga tus ojos lejos míos
son el silencio y la calle
por donde te veo caminar lentamente
sin cerca o más grande,
sin lejos o más pequeño
sin mi saber si vienes o vas.
Pero mi antorcha no se apaga.
Y tú duermes y despiertas
en dos palabras
que no pronuncio.
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Iba donar un euro para que siguieras hablando más no lo haré.
ResponderEliminarEn dos palabras, también: Mudo, quedo.
ResponderEliminarY otras dos (estoy que lo tiro): Abrazos, siempre