martes, 6 de agosto de 2013

El ser de poeta

El ser de poeta
No es el amor a la palabra el que hace al Poeta, sino el amor al hombre, y por ese amor al hombre, busca lo verdadero, para sí mismo y para llevarlo a sus semejantes. El poeta de la palabra lo buscará a través de la herramienta más importante que el mismo ser humano ha construido: la palabra.
Percibo en la mayoría de los poetas actuales, y no tan actuales, la mayoría con estudios de filología como arranque para sus pretensiones poetizadoras, una falta de “formación”, de conocimiento de la historia del ser humano y hasta de unos mínimos conocimientos de antropología. El poeta debe estar formado en todo ello. El saber del poeta debe ser universal, pero sobre todo de aquello a lo que atañe más concretamente al hombre en su devenir y su realidad aquí encima de la costra dura de la nomenclatura. ¿Cómo si no hablar-le? Debo insistir, no es el amor a la palabra lo que hace al poeta, sino el amor al hombre.
El componente sustancialmente abstracto, per se, de la palabra en sí es lo que diferencia al poeta de la palabra de cualquier otro artista. El otro artista, el otro Poeta, tiene que “modelar” la herramienta que use para traspasar a la realidad una pretendida abstracción. El poeta no, a él le viene ya dada por la misma esencia de la que está hecha la palabra, la abstracción. Ahora bien, al igual que en las otras artes puede distinguirse entre artesanía y arte (el cantero y el escultor que talla la piedra, pongamos por caso), entre los que usan la palabra como herramienta o como material, también puede establecerse la distinción. Está el oficio de escritor y está el ser de poeta. El escritor es el artesano de la palabra. El poeta es el artista de la palabra. Entre los mismos que denominamos poetas también puede establecerse la diferencia entre artesanos y poetas. El artesano-poeta es el versificador, el artista-poeta traspasará el verso para componer la obra de arte total de la palabra.
Sólo sucede que como el componente de la herramienta usada es la abstracción que logra la mente humana con la simple invención de la palabra, parece como si ese vuelo ya estuviera implícito en el hecho de usarla. Cuando no es así. Hay “poetas-escritores” que someten al verbo hasta cortarle las alas, hasta cercenarle su abstracción, su propia esencia.
El poeta de verdad es aquel que logra, permitiendo a la palabra ser ella misma, traspasar el umbral de la cosificación que implica el hecho de nombrar. Este es el verdadero vuelo de la poesía. El logro del Poeta de la palabra. Duplicar, podría decirse, el componente abstracto del verbo.
Así logra llegar a lo verdadero, así logra transmitir lo verdadero a sus semejantes, traerlo acá, escarbando con la palabra hasta hacer brotar el pozo artesiano con el que regar toda la superficie de la costra dura de la nomenclatura.
Verdea. Ama.
Ese es el ser de poeta.

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