martes, 25 de diciembre de 2012

La conciencia del siendo del otro


La conciencia del siendo del otro

Completamente depresiva. Disimulo, protesto, gimo, intento cantar, pero el dolor de espalda no desaparece. No descanso. Tampoco sé por dónde camino. Me faltan las fuerzas o el percibirme. Ya no me hallo. Todo lo pierdo. Conforme construyo casas, las derribo, así lo he hecho siempre. Es mi comportamiento salvaje conmigo misma. De nada me sirve lo ya construido. No me compensa el atesorar.
El nivel virtual del horizonte, dicen en el manual de la nueva cámara. Pero no hablan de cuando no se ve ese horizonte. Existe un término en psicología que me describe perfectamente la situación: proyección. Es fruto de la labor del profesional. El paciente habla y habla, transmite sus padeceres al psicólogo que lo atiende. Al final se libera de ellos porque ha conseguido proyectarlos en el profesional. Normalmente aquí acaba el proceso y el paciente sale sano por la puerta del despacho el último día de sesiones.  Yo no soy profesional de la psicología pero sí especialista en asumir y asimilar los problemas o padeceres de otro. Así, sin más, sin que me cuenten, tan sólo por “apercibimiento”. Este es el sufrimiento que me produce este medio. Percibir tanto y sobre tantísimos seres humanos y no poder manejarme en sus padeceres porque me faltan todos los datos. Percibir y percibir. Asimilar. Asumir cuando puedo. Por eso necesito conocer, por mi propia salud emocional. Si asumes, sales airoso. Si se conocen los porqués, se puede asumir. No hay depresión. Racionalizas y la emoción de abatimiento desaparece. En una ocasión llegué a hacer mío el hecho de matar a una persona tan sólo porque el otro asimilara su derecho a ser feliz a pesar de haber contravenido las normas morales de su propio espíritu a causa de un cortocircuito mental. Estaba preparada emocional, humana y psicológicamente para ello. El hecho de matar a otro ser humano es completamente natural dentro de nuestra naturaleza. Por eso mismo las más antiguas normas que nos autoimpusimos tuvieron que prohibirlo. Si no, no habríamos podido sobrevivir, convertirnos en especie pobladora. Esa es la única causa: mera economía de especie. Después se justificó mediante procesos morales/religiosos, pero en esencia, en origen, nace como pura pauta a seguir para no autoextinguirnos. La conciencia del otro como necesaria para nuestra propia vida. Todos somos necesarios para el buen desenvolvimiento de la tribu. El bien de cada otro resulta vital para la progresión del grupo.
Lo primero que aprendí con el estudio de la Historia, de la vida del ser humano en este planeta, o antes de que comenzara a adentrarme en él. Quizás.
Sin embargo, ESTO, no sé cómo asimilarlo. No hay porqués, me está vedado su conocimiento. Aún así. Apercibo y asimilo. Soy una pura esponja. Todo lo acojo. Todo lo del otro lo hago mío. Mi capacidad de empatía me resulta insana para mí misma. Pero aún hoy no sé cómo dominar esa tendencia de mi espíritu, ni creo que puedo dominarla nunca.
No me sirven las lecciones sobre estrategia. Un resorte interno me impide contemplar al otro como enemigo, como “objeto” al que tengo que vencer.

La depresión me abate en un día de Navidad cuyo nivel de horizonte virtual está equilibrado. Sin embargo, yo lo percibo inclinado hacia la derecha. No me sirve lo que me diga una máquina. Soy incapaz de disparar su fotografía.
La conciencia del otro como necesaria para nuestra propia vida.
La conciencia del siendo del otro como necesaria para nuestro propio estar siendo.


por Sofía Serra (sagesse)

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Creative Commons License
El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.