lunes, 31 de diciembre de 2012

Tu canción

Hasta el final, please (hasta el fondo siempre). Feliz 2013.


El círculo y el cuadrado

Me despierto casi sobresaltada. Las cuatro y media.
Insomnio de madrugada. Desde ayer algo alterada, las mariposas del estómago han debido volar hasta mi cerebro, y ya se sabe que una mariposa aletea hasta dormida. Conclusión: insomnio como si tuviera que preparar cena esta noche para un hotel entero, cuando seremos siete, y dos se irán tras las uvas. 

A la vez que se hace la carne en el horno aprovecho para intentar hacer avanzar las correcciones de el hombre cuadrado. Digo aprovecho porque me pesa ya como una losa. El poemario final de uno de tres, o una trilogía, o tres en uno.

La carne ya se ha hecho.

Acabo de terminar de corregir. ¡Lo he conseguido! Por fin han encajado esos malditos poemas tan extraños. Por fin he podido firmar final. Un año menos cinco días. Terminado de escribir 5 de Enero de 2012/ terminado de corregir 31 de diciembre del mismo año. 360 días-grados!, ¡círculo cerrado!
Sorpresa y paz.
Por fin puedo comenzar con las correcciones del ciclo de suroeste, ese que me gusta tanto. Este de el muriente, la dosis y la desmedida y el hombre cuadrado ha resultado agotador. Claro, a quien se le ocurre, me escaqueo del mundanal ruido por cuanto me chirría, me escondo en la poesía y voy y me da por ponerme a pelear encima de la costra dura de la nomenclatura a través del verso. Así he acabado, o así han resultado todos estos meses, como si librara una batalla con espadas y hasta armadura: agotadores.
Tenía que hacerlo, tenía que poder reconciliarme con el hombre cuadrado, el que vive aquí encima, el mismo que yo misma soy. Aunque salió sin pretenderlo.

Todos mis poemarios terminan o en blanco o con “final feliz”. No lo hago adrede, salen así. Recuerdo cuando estaba en foros de fotografía que Joseba me decía algo parecido, que siempre en mis fotos hay un punto de salida, una zona de luz como abertura en la esquina casi más oculta. Y es cierto. No tolero la imposición del imposible, del no, de la cerrazón, del final a oscuras, del final sin posibilidad de seguir.
Siempre un camino más, siempre una puerta abierta cuando otra se cierra. Siempre la oportunidad. Siempre.
No creo en otra cosa. ¿Para qué si no estamos en el mundo? Pues para vivir ¿Y cómo se vive? Pues andando, continuando, no quedándonos de brazos cruzados.
Siempre una puerta abierta, siempre. Nunca el imposible.
Nunca cierro los botes de gel, ni casi las puertas de los armarios de la ropa, siempre puertas abiertas, siempre el bolso abierto cuando salgo a la calle. Nunca me han robado nada de él a pesar de tantos avisos. No sé ir con el bolso cerrado.
Ni quiero aprender.

Me ha entrado hambre, por cierto. Pero la carne es para la noche. Me conformo con una tortita de arroz y un buen té con nube de leche de soja, el segundo desde las cuatro y media.
No está mal, carne cocinada y tri-poemario terminado de corregir.
Sí. Hoy sí me sentaré en el sofá a ver una peli tras la hora del “almuerzo”. No almuerzo pero la situación doméstica parecida, picoteo. Seguro que se me cierran los ojos con el croché en las manos. Sonrío: así podré recibir al año nuevo como es debido. Tiene un número bonito, me gustan los impares, aunque sume seis yo sólo veo el cinco, que es el más bonito de todos. 3+2=5, y el 10 al revés en medio que es el doble de cinco. Composición numérica/visual armónica y equilibrada, como un perfecto lienzo de Leonardo.

A por el té. La nube es de leche.


domingo, 30 de diciembre de 2012

Chance (Poema de Javier Sánchez Menéndez)


Chance

Llevo toda la vida mirando las estrellas
y ahora que puedo disponer de tiempo
dedico más espacio al corazón ajeno
que a la suerte.

Y nunca amo por fe, puede entenderse:
la pasión es una verdad tan grande
como una estrella.

Toda una vida para conocerme
y ya ves:
estoy aquí,
cansado del destino
y de la muerte.

(Javier Sánchez Menéndez. Una aproximación al desconcierto, 2011)

Generaciones equis y año nuevo

Generaciones equis y año nuevo

Acabo de cumplir cincuenta años. Desde mis veinte casi exactos oigo hablar de ella, de la generación “x”, de la generación perdida. Era la nuestra. Para nosotros. Salíamos al pairo del paro que llevaba décadas azotando España con nuestro título universitario bajo el brazo. En cuarto de carrera tuve conciencia de hacia donde me abocaba mi elección en la vida como estudiante: sólo había dos salidas por entonces, ni por tierra, mar o aire. O las puñeteras oposiciones para profesora o al paro, paro en el que la mayoría llevábamos apuntados desde que cursamos los antiguos niveles secundarios, en mi caso desde los 15 años (tercero de bup). Por aquel entonces era legal trabajar a esas edades, como la mayoría hacíamos a la vez que estudiábamos.
Pero ni por esas. Toda nuestra adrenalina cargada de utopía de la que nos alimentamos algo descompasadamente (el 68 francés no era nuestro ni por ser de nuestros padres, porque a ellos no perteneció, eran mayores; sólo y quizás podían sentirla como directamente heredada  esos que tenían la suerte de tener hermano "muy mayor") la apostamos en la lucha por esta democracia que hoy, y gracias a unos pseudo-utopistas sin dos dedos de frente, que solo han conseguido confundir aún más al personal, más el consiguiente desgaste de aquellas generaciones sesenteras una vez bien asentados en el poder en las pasadas décadas, está casi herida de muerte.
No me lo creo.
Lo de herida de muerte.
Generación equis. Sonrío muy irónicamente. Generación perdida la de nuestros padres, hijos de una guerra. Sin embargo tuvieron los arrestos necesarios para seguir adelante cuando sobre ellos sólo planeaba el vuelo de una dictadura de verdad, una dictadura que no permitía casi ni pensar, y de la que algunos cerebros, más o menos privilegiados, prefirieron escapar. Un sistema bajo el cual, acercarse a una biblioteca pública estaba no bien visto, una generación en la que mientras unos tuvieron que dejar estudios por sacar a su familia paternal adelante, otros tuvieron que criarse bajo el secreto de la orfandad. Entonces no existía ni el paro, ni casi seguridad social. Ellos, ellos fueron la verdadera generación equis. Y de ella hace ya más de cincuenta años.
Pero a todos nosotros nos parieron, y con nosotros a los que detrás siguieron llegando bajo un país con una democracia instaurada por referéndum popular, sufragio universal. De todos los españoles. Todos.
Este país, cuyos ciudadanos al parecer sólo se caracterizan por estar preparados para el acto del a ver quién mejor los pone sobre la mesa o bajo ella (o verdugo o víctima), necesita dosis de racionalidad para saber asumir papeles en la historia, dejarse de victimismos absurdos y ponerse a trabajar con las dos pelotas que normalmente sólo sabemos echar a la banda (tan dados somos que cuando la poseemos en vez de balón vemos dos cubos exactamente cuadrados e insusceptibles de salir rodando), cuando una, aunque ya no suele divertirse viendo el fútbol, sabe que la única forma de meter el gol es no perdiendo el dominio del esférico y llegar a puerta antes que los otros hayan armado su defensa.
Y es que en este país sucede como cuando la selección española perdía todos los partidos en los mundiales o en los partidos internacionales que solía ver con mi padre: en cuanto marcaba el primero, ya se sentaba en la poltrona, equipo al completo, con lo cual solía terminar perdiendo. Claro que peor sucedía cuando no conseguía marcar al principio: no había quien sacara del agujero de la depresión al equipo. Mi padre y yo jugábamos apostar a cuánto quedaba España, normalmente siempre alegrándonos de la victoria del equipo extranjero.
Y es que no hay nada mas desagradable ni humanamente incongruente que desear que gane quien va de víctima, quien escoge ese papel allá en el reparto. Resulta mucho más cómodo sentarse a descansar que pelear por ganar, o al menos, intentar quedar como el nivel real de juego que se tenga. No hay mayor injusticia ni mayor descalabro que apostar por perder.
Y así nos va.
Y así nos ha ido desde hace siglos.
Y así seguirá siendo por los siglos de los siglos a menos que nazca (rezo para que ya lo haya hecho) la generación sin complejos de haber nacido en España, o como mínimo en esta Península Ibérica (una revolución de los claveles, ¿habrá nombre más hermoso para una revolución?, y una transición ejemplar, sí, ejemplar, nos contemplan).

Pero eso sólo dependerá de la educación que las distintas generaciones equis (al parecer en eso sí somos los campeones) demos a los que vayan llegando. Como siempre.
Como siempre.

sábado, 29 de diciembre de 2012

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Atónitos paseantes
de la heredada,
¿de qué se compone un hueco
blanco y seco
aludido por la inerte
cuando mesura intacta,
sin roce posible,
su-primida
fe-haciente
comu-nicada
Victoria en los humedales
con el agujero de metal
por el que se va la vida
litúrgica, mitológica
y soterrada,
y el sofá, de quimiogénesis extendida
como si goma suntuosa fuera,
como si las paredes chorrearan
oro y esmaltes derretidos,
licuados metales preciosos
deviniendo en los mágicos
colores de la lluvia, el sol,
la yerba, los insectos, las flores
y la naturaleza de todo año
y geografía imaginable
desde el desierto cálido o helado
hasta estos lodos…

para estar hechos de barro,
resultamos poco moldeables,
y, aún menos, fundibles
armónica, lumínica,
humanamente
fusibles
somos.

(Sofía Serra. De El hombre cuadrado)

El diente de león y la acacia

El diente de león y la acacia

No vestir nunca en otoño,
desnudar en todo acaso
lo que nos distingue en vana diferencia,
como cada coquina
que desenterré en aquella playa.
Mis pies se arropan

sordos como la llave sorda
abre la casa sorda como
el hueco y el ave sorda
pero cantora.
Que no existe.
Berenjenar y subsistir, quemar
banderas y palos de arte mayor
y que el cruel castigo del látigo lacere
tu espalda herrumbrosa como vigilia vejada
por las nocturnas estrellas,
vender viento a manos llenas
hasta dormir desnuda.

Se aploma el disfraz
para el que nunca muere,
para el que permanece
sobre el manto memoroso.

Beber de los meados del ñú
y escupir mierda sobre los girasoles,
los quema y los aja
como si las nubes
evacuaran ácida lluvia:

el desurco de la farsa,
la guadaña del falsete siega
y nutre tu ábaco cejiblanco
con la cuenta de tus andrajos
de seda y mi sombrero cornucopia
colmado de gargajos
y soles nutrientes de clorofila
que el agua escupe.
Abrevarán otros dioses
ahorcados por bufandas
de rayas como el payaso
se iracunda cada vez que se pisa
el pie con el zapato del segundo
colgado de tu rama.

No quiero sino venderme
ante el paisaje extraño.
Su corteza con agujas,
mis semillas como plumas,
—¿por qué tú, justicia,
no apuñalas mandíbulas
de vez en cuando?—
Volvamos al trueque:
cambiaría mi reino
de diente de león
por tu recreo de árbol
fiero e integrado.

Llevamos, ¿cuánto tiempo
acaeciendo juntos?

(Sofía Serra. De El hombre cuadrado)

viernes, 28 de diciembre de 2012

Llegó el día



Llegó el día

Ya no siento que me aboga la nostalgia
Y me encuentro cansado de llorar.
Ya no me importará más quien gane
Y no quiero de esta fuerza escapar
Volaré por las estrellas una a una
En el brillo de tu cara y tu mirar.

Pediré al sol que toda mi fortuna
Sea un rayo perdido en alta mar.

Sin saber que no me vale
Sin saber que no me sirve.

Ahora siento que llegó el día
Que tengo ganas de vivir,
de atravesar lo muros y ruinas
que aunque pase el tiempo están ahí
y florecer como un hombre nuevo
sin miedo a las tragedias por venir.

Regalarle a la vida todo el fuego
De tus ojos y tus ansias de vivir.

Iba vestida la aurora
Con rayos de sol
Y en los cabellos prendida
Llevaba una flor

(Jesús de la Rosa. Triana)

El proceso

El proceso

Si eres aire, seré águila,
con tu calor me elevaré,
con tu frío descenderé.

Si eres agua, seré pez.
tu oxígeno me alimenta
a través del aleteo
de mis rojas agallas.

Si eres tierra, seré semilla
que germinaré y crezco
mullida en tu caliente lecho.

Si fuego eres, yo soy oxígeno.
La ceniza del tercero
ahuecará la tierra,
que se aireará.

(Sofía Serra)


Vuelve este lugar

La crisis ha sido de órdago, a punto de la catástrofe. Como mínimo ha conllevado que este blog se quede sin fotografías (problemas con una de las cuentas). No voy a quemarme en reponerlas, además de esfuerzo ingrato, no tiene sentido. Trabajar en este medio presupone la asunción de estas limitaciones. Son muchos años ya como para no tenerlo asumido. El grafos en internet es tan volátil como el alcohol de 90º.
La única huella que me importa verdaderamente es la que dejamos impresa en el alma del otro.



jueves, 27 de diciembre de 2012

Aflorar

Hoy voy a intentar retratarlos, a mis cabezos amarillos, que así comenzaron:

Aflorar

bastando dar se reciben
puñados primeros pétalos
y guardas
de una mujer
joven.
Yo salgo si
tú me besas o me hundo
más bebida
tu fragancia
de generosas
emanaciones.
Huele a flor y nata
de misterio
bajo tus párpados

se me escapa la palabra
por los circuitos fluviales
de mi denso estero,
que también ya huele,
a regaliz.

todo es silencio en este mundo
lleno, tan lleno.
La paz y la última palabra
someten su aleteo universal
al canto de tu ademán
de reyes, munífico
ente diurno y taciturno
hoy, mañana
ya veremos.

(Sofía Serra. De Los cabezos amarillos)


Invernando

Invernando

No durmáis, no desfallezcáis.
Nunca
No viváis.

Sabiéndome pequeña hoy,
hoy aún más que ayer
donde ya supe
que, aun pequeña,
la tierra me recuerda,
sólo me queda desearos grandes.

Mi medida vuestra comienza
en la yerba salvaje
que me esconde
y os atusa las nalgas desnudas.
Acaricio siendo tierra
fui cada uno
de vuestros sentidos
sin número.

Me fallecen las raíces
de las piedras
en las palabras
de la vida.

Sofía Serra

Salomé y la inocencia: el sincretismo como conocimiento o salvación

(Cartel, recorte del lienzo original de Valdés leal))



Aquí está la auténtica Salomé, la inocente hija bailando ante los invitados de su padre sin poder prever (era inocente) que el despliegue de sus dotes, y el consecuente entusiasmo provocado en su progenitor, desencadenara posteriormente la tragedia, el desenlace de la tragedia, ya anticipado por la mente de la soberbia, celosa y frustrada Herodía, su madrastra.
Un cuento con final infeliz, al contrario que los que nacen en la Europa del Norte.
Es la inocencia, si no la que provoca todo el mal, sí el campo idóneo para que la perversión actúe, obtenga sus frutos siempre dañinos, simplemente pervertidores. Tan sólo por este motivo, el hombre ya no puede ser considerado culpable, debe ser eximido de cualquier castigo de infierno al que quieran condenarlo. El hombre, por puro acto conforme a su naturaleza, conoce. El que desea permanecer en la inocencia, además de agente inconsecuente y agente contranatura (resulta un imposible), está actuando contra la progresiva instalación del bien en este mundo.
No hay nada más favorecedor de lo perverso, es decir, de la perversión, que la sostenella y no enmendalla posición de favorecer la inocencia. Como esta jamás llega a existir en el ser humano, sólo puede nombrársela de una forma a posteriori: la ignorancia, ya sea impuesta (tabú), ya sea deseada (molicie). Si deseada, sólo puede ser contemplada como perversión de los instintos más naturales del ser humano: el acto de descubrir, de conocer.

Salomé de Valdés leal es la primera sevillana (andaluza occidental, el “reino de Sevilla” éramos muchos antes de mil ochocientos y algo, momento en el que administrativamente se dividió España en las actuales provincias) representada en la historia del arte, bailando cualquier danza de la época en la que ya se advierten detalles sólo adscribibles a esta zona geográfica, extenso, un suroeste extenso para extenuar sed y algunas sedes, desde la postura de los pies, pasando por la de sus brazos, hasta las castañuelas (crótalos cretenses, griegos, romanos, hispánicos en definitiva, donde adquieren la forma y el toque que hoy conocemos) y , sobre todo, el rojo atrevido pictóricamente hablando, de ese vuelo de faldas, como el que cualquier disparo de cámara fotográfica lanzado a un traje de flamenca que vista cualquier mujer pudiera hoy en día recoger.

Algo difícilmente verbalizable me hizo dejar las clases de flamenco el año pasado, además de algunos imponderables: no encontré en él mi raíz. Se han empeñado en hacerlo heredero, al flamenco, de tan solo una herencia gitana y hasta mahgrebí. Apenas renombran las raíces puramente ibéricas y clásicas (romanas, griegas, tartésicas, fenicias!)). Y es cierto que de aquellas culturas bebe. Pero en el flamenco, en el flamenco de este suroeste hay algo más, algo que en mi sentir sobre él, porque a mí se me van los pies al escuchar un ritmo flamenco aunque luego no partan hacia el viaje, relaciono con la misma tendencia que, por ejemplo, durante el desarrollo de un soporte barroco por excelencia como es la imaginería sevillana de aquel siglo (XVII), se manifestó. Jamás encontraremos imágenes de cuerpos sangrantes o deformados por el dolor o la muerte en la imaginería sureña. Esa se reserva para la imaginería castellana. Aquí los cristos son verdaderos efebos, cuerpos con rostros dulces y tan bellos como los de cualquier escultura de la Grecia clásica. Perfectos hombres bellos y juvenilmente maduros los cristos crucificados de este sur. Las dolorosas, igualmente, manifiestan o rostros jóvenes representativos de una belleza arquetípica de la zona, son afroditas madres llorando (afrodita-madre-llorando). Difícil, aunque alguno exista, encontrar rostros trastornados en su armonía por el efecto del llanto o del dolor. Es decir, la tradición de este suroeste bebe de un gusto por la expresión equilibrada y no “patho”-lógica de las cosas que hasta en los tendones que unen mis tobillos reconozco. Mi flamenco, y como el mío sé que el de muchos, manifiesta, bebe del agua de un pozo claro que hoy en día tan sólo puedo identificar con el agua cristalina de los cabezos (porque escribo ese poemario), o por tal vez el gusto de cuando fuimos musulmanes (pelirrojos, morenos y rubios) con la correntía del agua llegando por las acequias de los ladrillos hasta los naranjos.

Y quien dice naranjos, dice encinas. U olivos.

La mesura, que no es más que medida, la necesidad y el gusto por el equilibrio, la armonía. En definitiva: la búsqueda de la Belleza.

La pérdida de ella nos retrotrae a la sinrazón que algunas, muchas veces, hace acto de presencia en este mundo. La pérdida de la medida humana de las cosas.

Este medio es fiel exponente de ello, de la pérdida de la medida humana.

Esta es una comarca privilegiada, este Suroeste. Su situación geográfica, inalterable a menos que nos remontemos a los tiempos del Pangea, es la variable, sin embargo, que ha hecho posible la asunción del sincretismo como seña de identidad.
Desde mi punto de vista, en un sincretismo, las variables no son las culturas que llegan. En un sincretismo, en el de este sur al menos, resulta el lugar el depositador siempre de la variabilidad, el matiz, el elemento de la ecuación que favorecerá que determinada cultura adviniente adopte los matices, las inclinaciones oportunas que posteriormente la harán ser considerada como ineludible en el desarrollo histórico, si no de la humanidad, sí de una gran parte de la historia de sus civilizaciones.

Salomé de eso nada sabía, claro. Más se acercó Valdés Leal al pintarla, al retratarla como una joven andaluza, con todas las comillas, de buena posición. No obstante en la leyenda bíblica es la hija del rey, y en la pintura de Valdés leal simplemente una muchacha, lujosa pero discretamente ataviada, bailando una danza propia de la época y de su lugar, una danza que curiosamente me recuerda al baile del son conocido como “sevillana”.

Entre el estereotipo desgarrador del flamenco y esta pintura se abre el gran abismo. Para mí el mismo que me separa, “pero me une”, al tópico del flamenco, no ya actual sino hasta el conocido como cante jondo, por más que todos me transmitan. Es la belleza del sincretismo, de los que nacemos bajo su signo. Las raíces que él mismo despliega bajo la costra dura de la nomenclatura nos hace a los humanos que en él vivimos receptores, apercibidores de mil signos diferentes de tantísimos devenires culturales.
Y quien dice culturales, dice humanos.



por Sofía Serra (sagesse)

miércoles, 26 de diciembre de 2012

Amanecer (el suceso)



Amanecer (el suceso)

no es el tiempo,
es el lugar el que acude
a nuestro encuentro la luz
nos señala.

Y se habitúa el día
a la medida en nuestras sienes
gozosa la perpleja
se abre de mundo
a su hambre de vida
mata sucediéndose.

besa el beso
que imagino doble
salto vital
en secuencia es

energía del momento
porque vive
el beso el lugar
sobre tus ojeras,
así como unos pequeños
y luminosos páramos
comparados con el desierto
y su ausencia,
tan repletos de ti.

Sofía Serra

martes, 25 de diciembre de 2012

Rosa de Alejandría

Rosa de Alejandría

en el tiempo justo
de momento en su estallido
la obcecación en el justo
tiempo de la bifurcación               comienza
por desandar lo aprendido.

Manifiéstate como una rosa,
sálvame de Alejandría
y su biblioteca en llamas.
O mejor, quémame
como si yo tu
manifiesto fuera
en blanco.

(Sofía Serra)

Platón y yo (pandemia)


(de borrador a publicada)

El vocablo "pandemia" no significa "enfermedad que afecte a todo el mundo", me da igual lo que diga el DRAE, sino exactamente "todo el pueblo"; pan, todos, demo, pueblo, gente, población, nosotros. Y mi afrodita es la unión de la Pandémica, la de todos, masculino y femenino, y la Urania, la terrena, la engendradora y la pura por el cielo engendrada, las dos.
Aunque ni yo misma lo supiera, siempre va saliendo.
Supongo que es natural, no le perdono muchas cosas a Platón.
O a sus interpretadores (en esto me sucede como con el jazz)
Pobre Platón que sobre sus espaldas todo lleva. (Creo que es la segunda vez en este blog que emito la cierta lástima o compasión que me produce su figura.)

Siempre he considerado a Platón como el gran carcelero de occidente, por muy idealista que pueda saberse su concepto o o por muy platónica que yo me considere ( o me consideren). Tengo en contra de la caverna que nadie mire a sus espaldas, en contra de Saramago (a "mi" Saramago)  volver a usarla como casi le hubiera disparado la fotografía, un vaciado como esos de Pompeya de la condena de nuestra conciencia... Platón, Saramago, espíritus con los que me identifico pero contra los que  mi sustancia verdadera lucha. Siempre acabo agotada. No termino de poder situarme en sus tesituras, ¿por qué condenados a tan solo ver las sombras?...Jamás, ahí es donde siempre estoy, desde ahí reniego de cualquier idealismo. Porque creo que la prueba de que verdaeramente existen las ideas es el impulso que nos nace y consigue que nos levantemos de delante  de la candela, nos demos  la vuelta y busquemos el origen, la verdad.
Ya,  amarrados... ¿qué cómo y de cuándo?... Eso no se lo cree ni el más "pintao".
Además, si estamos muy cansados, o muy acomodados, siempre podemos entretenernos en estudiar las sombras.
Platón no fue mujer (quién sabe, en aquella Grecia ¡cualquiera se hubiera trevido a serlo! Reivindico mi forma hetero y mi capacidad procreadora, que sin el gameto masculino de nada sirve, necesito y amo al varón, lo deseo, me importa un pimiento que luego le guste meterla en otros lares más "homo"géneos con su figura. Mi varón de dolores, ay, que castrado lo dejamos... me voy a volver loca.
Reniego de toda esta civilización y de quienes continúan sustentándola, este medio incluido.

Platón no fue fotógrafo (no pudo), por mucho que muchos fotógrafos se lo adueñen.


Autorretrato con medio siglo

24/Diciembre/2012. Nikon D7000
Ya es mi cámara. Hacerme el autorretrato que llevo disparando desde creo recordar que los 18 años era esencial para que se sintiera en su casa, mis manos. El reflejo con las palmeras, recién podadas, del Palacio de las Dueñas, el cielo, cipreses, los pináculos de cerámica azul y blanca, los tejados. El interior con el perfil de mi madre, la funda de sus gafas. Hasta se vislumbra el lomo de "Signos cantores". Uno de los óleos que más me gustan de entre todos los que pinté sobre el campo, el espejo biselado y la lámpara de mi abuela, la reproducción de los amantes de Picasso, las macetas de mi hermana ( o de mi padre o de mi otra hermana o hasta mías, herencia de mi abuelo el gusto por ellas). Hasta la bolsa rosa con el regalo que mi madre me había comprado por mi cumpleaños, el pijama que hoy no quiero quitarme. La silla vacía, blanca. Curioso, como las del campo, como las que siempre retrataba percibiendo las ausencias. Esta vez puede representar a mi padre, ahí, enfrente de mi madre, como si estuvieran juntos, y yo un poco en medio, como siempre, lo mismo cuando discutían y sufría y peleaba porque no lo hicieran, como cuando intentaban dormir o se reían. Y el papa noel de "cristal", transparente. Navidad. Mi cumpleaños. Algo especial este autorretrato. Retrata a una mujer de 50 años que mira como cuando tenía 18. Sé bien que de eso se trata.

Dejo que los blancos se quemen.

Esta cámara es un portento comparada con la D-80. Las habrá más profesionales, pero no necesito más. A mí me viene de maravilla la multiplicación de sus megapíxeles. Siempre fuerzo las luces. No me importa el ruido que aparece al hacerlo, incluso aplico filtros que lo potencian a la vez que hipersaturan. La cámara aparece ante mis ojos como como capaz del triple de nitidez que la otra. No sé cómo califican al objetivo. Normalmente hay críticas negativas sobre uno de tan amplio rango, pero yo lo percibo como magnífico. Y creí que me iba a resultar más pesado en comparación con el otro. Pero no. Ya me he habituado, en 50 o 60 disparos ya no me pesa la cámara.
Una joya, una verdadera joya esta D7000.
Gracias a todos vosotros.

(Sofía Serra)

La conciencia del siendo del otro


La conciencia del siendo del otro

Completamente depresiva. Disimulo, protesto, gimo, intento cantar, pero el dolor de espalda no desaparece. No descanso. Tampoco sé por dónde camino. Me faltan las fuerzas o el percibirme. Ya no me hallo. Todo lo pierdo. Conforme construyo casas, las derribo, así lo he hecho siempre. Es mi comportamiento salvaje conmigo misma. De nada me sirve lo ya construido. No me compensa el atesorar.
El nivel virtual del horizonte, dicen en el manual de la nueva cámara. Pero no hablan de cuando no se ve ese horizonte. Existe un término en psicología que me describe perfectamente la situación: proyección. Es fruto de la labor del profesional. El paciente habla y habla, transmite sus padeceres al psicólogo que lo atiende. Al final se libera de ellos porque ha conseguido proyectarlos en el profesional. Normalmente aquí acaba el proceso y el paciente sale sano por la puerta del despacho el último día de sesiones.  Yo no soy profesional de la psicología pero sí especialista en asumir y asimilar los problemas o padeceres de otro. Así, sin más, sin que me cuenten, tan sólo por “apercibimiento”. Este es el sufrimiento que me produce este medio. Percibir tanto y sobre tantísimos seres humanos y no poder manejarme en sus padeceres porque me faltan todos los datos. Percibir y percibir. Asimilar. Asumir cuando puedo. Por eso necesito conocer, por mi propia salud emocional. Si asumes, sales airoso. Si se conocen los porqués, se puede asumir. No hay depresión. Racionalizas y la emoción de abatimiento desaparece. En una ocasión llegué a hacer mío el hecho de matar a una persona tan sólo porque el otro asimilara su derecho a ser feliz a pesar de haber contravenido las normas morales de su propio espíritu a causa de un cortocircuito mental. Estaba preparada emocional, humana y psicológicamente para ello. El hecho de matar a otro ser humano es completamente natural dentro de nuestra naturaleza. Por eso mismo las más antiguas normas que nos autoimpusimos tuvieron que prohibirlo. Si no, no habríamos podido sobrevivir, convertirnos en especie pobladora. Esa es la única causa: mera economía de especie. Después se justificó mediante procesos morales/religiosos, pero en esencia, en origen, nace como pura pauta a seguir para no autoextinguirnos. La conciencia del otro como necesaria para nuestra propia vida. Todos somos necesarios para el buen desenvolvimiento de la tribu. El bien de cada otro resulta vital para la progresión del grupo.
Lo primero que aprendí con el estudio de la Historia, de la vida del ser humano en este planeta, o antes de que comenzara a adentrarme en él. Quizás.
Sin embargo, ESTO, no sé cómo asimilarlo. No hay porqués, me está vedado su conocimiento. Aún así. Apercibo y asimilo. Soy una pura esponja. Todo lo acojo. Todo lo del otro lo hago mío. Mi capacidad de empatía me resulta insana para mí misma. Pero aún hoy no sé cómo dominar esa tendencia de mi espíritu, ni creo que puedo dominarla nunca.
No me sirven las lecciones sobre estrategia. Un resorte interno me impide contemplar al otro como enemigo, como “objeto” al que tengo que vencer.

La depresión me abate en un día de Navidad cuyo nivel de horizonte virtual está equilibrado. Sin embargo, yo lo percibo inclinado hacia la derecha. No me sirve lo que me diga una máquina. Soy incapaz de disparar su fotografía.
La conciencia del otro como necesaria para nuestra propia vida.
La conciencia del siendo del otro como necesaria para nuestro propio estar siendo.


por Sofía Serra (sagesse)

lunes, 24 de diciembre de 2012

Atardecer de nochebuena


Atardecer de nochebuena

esto es un cansando espejos
que sucumben ensimismados
en sus consabidos reflejos de brillos
y despintados y serenos soles
reflejados sobre el pétalo de la rosa.
¿Habrá quien atestigue tanta osadía,
tanta simiente reflectada que se ajusta
al horario ya sin anclas?: Bella la muerte
de no importa ya qué modo de luz.

Sobre el patio se tumban cansados
los brazos extensos del atardecer
y el son del invierno mísero
—es tan bonita la palabra—
y tan cálido invierno
como las rosas que asoman
por tu boca o tus labios
o tus dos gajos de mandarina,
que también se tumban
uno sobre el otro,
ambos sobre el patio con su gesto
de manos juntas en paz
con los colores de tu piel,
también naranja y rosa,
que vuelven el cielo a su envés
o a la muerte de la pálida
y lúcida guía
en el mundo curvo y teniente
de mis muslos sobre
también tus labios,
que ya canta uno
noche de paz
deseo para ti.


por Sofía Serra (sagesse)

Dar

Dar

Mujer, si tu memoria
llega al anido y a la inocencia,
no recuerdes el maltrato
de tus caderas,

la gran pena,
qué pena,
es que tú morirás
antes que yo
y así las nubes no se despejarán
nunca. Esto es reconocer al sol.

ese niño que asoma
sus ojos a la galería
con sus enormes
cristales bendecidos
por la niebla y la luz
rasgándolos en plena abertura
de mundo herido a sus piernas,
y los pies abandonados al claustro
memoroso y marmóreo
de fino frío y azul.
Ese niño se balancea
con sus codos lentos y curvos
sostiene la sonrisa —de sus sibilinas
comisuras le nacen—,
bello ejemplar de cervatillo blanco
camina por las aguas dudosas,
pero cristalinas,
del ciprés que se yergue
y aloja a la collera de tórtolas.
Las mendicantes gotas del rocío,
al fin, se suceden cayendo
hasta mojar
la tierra.

Y ya no necesita pedir.

(De El hombre cuadrado)


por Sofía Serra (sagesse)

Ars essendi

Después de la bomba que he tirado sobre mis blogs, parace que por aquí comienzan a brotar algunos cotiledones



 ARS ESSENDI 



 http://arsessendisofiaserra.blogspot.com

(edito días después : este blog, ars essendi ya no existe... ser sigue siendo, ;))

domingo, 23 de diciembre de 2012

Heteredoxia

A la vez que termino de leer "El arte de la guerra" (lectura básica que la que suscribe nunca leyó), guerreo con la lectura del manual de una cámara. Indescriptible la sensación de verosimilitud entre uno y otro verbo. Curiosamente ambas esencias provienen de lo oriental. 
Quién le iba a decir a Platón que los más aficionados a asimilar su mito de la caverna con el hecho de fotografiar se encontraran tan alejados de su feligresía.
Platón, porque dicen que te amo, poetizo en tu nombre con la vida que creé. Sólo te lo perdono porque sé que de estas cosas tú poco sabías.



sábado, 22 de diciembre de 2012

Igualdad

Criar = Crear = Ser

Final de mis blogs

Prefiero dejar cerrados mis blogs en estos momentos en que pienso y siento que no tengo nada positivo que ofrecer.
Se quedarán tal como están tras cuatro años de recorrido ininterrumpido. No me siento con derecho a eliminarlos o cerrarlos al público. Al menos ahora mismo.
Feliz Navidad a todos.


jueves, 20 de diciembre de 2012

La dehesa

La dehesa

el desagravio
solo tan sordo
y cuadrado
evitas menudencias
contra las hordas vecinas
a la azotea de invierno.
Calmarán las hermosas golondrinas
tu avariento
sobre-estar-sobre
la longitud de las mareas,
vendrá el solsticio
de Diciembre en tu ayuda.

reconozco cierto deber
con la muerte
blanca gozará la herida
al sentirse viva,
su risa encenderá
todos los nervios
mugientes.
Qué solitarios magníficos
pasean los toros por la dehesa
del verte y verte venir
que reside a mis encinas.

por dónde la atravesaré
para no saciarme
nunca de ti.

(Sofía Serra, de El hombre cuadrado)

El fin de un mundo

El fin de un mundo

(a los poetas europeos de mi generación
 y la ominosa atmósfera que envuelve su poesía,
 tras la lectura de este breve informe.)

quizás, si os hubiesen faltado
los bienes materiales, vuestras palabras
serían más alentadoras.
quizás, si no hubieseis disfrutado de la paz
sino que hubieseis padecido el horror
de la guerra, vuestras metáforas
habrían hablado del amor,
de la belleza de lo que perdisteis
hace tanto tiempo: el contacto
con vuestra propia voluntad de desear
un mejor tiempo por venir.
Sin embargo, habéis dejado rastro indeleble
de desasosiego, de frialdad,
de amor contaminado de hierros,
de humos urbanos, hasta de olor a caca de perros
(cuando ninguno habéis recogido
ni una tan solo todas las mañanas de vuestra vida).
probablemente, el cálido amor y la alegría
de la justa naturaleza no encontraron
sembrado donde desarrollarse,
poetas europeos,
porque sencillamente vuestros cuerpos
no necesitaron. estaban saciados.
ahítos de bienestar
ha sido losa el techo
que os construyó papá
Estado.

esto no es europa. yo aún sé
Valorar
la belleza de una flor,
la grandiosidad del horizonte del mar,
el calor del abrazo de mi amado o de mi hermano,
yo aún puedo reír (yo quiero poder reír,
todos los días lucho por poder reír)
cuando mi hijo hace una de las suyas.
yo no soy de europa,
mi alma se ha sentido siempre abierta al mundo,
con un pie en la geografía de la carencia
y el otro en el de la generosidad de la tierra,
con mis brazos abiertos a la luz del sol
y el refresco de la lluvia.
los cabezos amarillos lo saben,
ellos guardan en sus lechos de polvo
la Verdad.

Doy gracias por haber vivido
más al Sur de un norte.
Doy gracias por haberme puesto
yo misma la vida difícil.
Doy gracias por no haber apostado
ni por el bien material ni por la fama.
Doy gracias por haber necesitado.
Doy gracias por haber echado de menos.
Doy gracias por haber podido conservar
mi gratitud a la vida casi intacta.
Mi cielo es alegría cuando brilla su azul.
Mi cielo es alegría (por el agua que trae) cuando brilla su gris.
Mi cielo es humana célula espejo
de la Belleza.
Mi cielo es aire
donde los cabezos amarillos
navegan sinuosos al encuentro
con las alas pobladoras
de la esperanza en el verde del mar,
de la ilusión en la llegada de la ola desde la otra orilla,
de la voluntad
en la necesidad
de luchar para poder
Dar.

prefiero sembrar encinas,
que mis pies padezcan heridas
al andar descalzos sobre los ostiones
que comer pescado congelado.
me alimenta la luz del Sur.
puedo mirar de frente al sol
sin que mis pupilas se quemen.
el amor me lo dio el amor que di,
mi esfuerzo por criar y crear
allá donde ustedes sólo asolasteis
con la losa que aceptasteis.

ahora, La Gran Madre os acoge:
se os reseña, descansad
en vuestra tumba.
yo sigo viviendo
Siendo
aunque mañana muera
el mundo.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

Dación en pago

Dación en pago

No debo nada al mundo,
ni a personas concretas muertas
o vivas en pasado o en presente.
A la naturaleza, sí.
Por eso sigo viva.
Hasta que ella quiera
sólo a ella pertenezco.

Esta es mi única hipoteca.

(Sofía Serra)

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Certeza en tres tiempos

Certeza en tres tiempos

Hace dos días
Padezco cierto
desquiciamiento que no tiene que ver con que
se me haya estropeado hoy la lavadora.
Es fin de ciclo, fin de un continuo, fin de un hacer, fin.
Cuente como cuente, sea por meses, años, ciclos poéticos y/o vitales.
Pero no consigo hacer su final.
El tiempo tiene su medida, el único trastorno le llega al hombre al no recordar la suya, que es lenta como la del tiempo, como siempre, nuestro compañero. Un final tarda, se desarrolla caudalosamente, fiel a sí mismo, lento como la desembocadura ancha del río. Entonces nos deslavazamos, nos extendemos (es lo que siempre he querido, hacia lo que siempre me ha llamado) y llega, va llegando. Se aposenta cualquier instante de ese tiempo que medimos. Paradójicamente sabemos medirlo a él en vez de a nosotros, cuando en realidad su medida es ausente y abstracta. Somos nosotros y nuestra necesidad de categorizar los que constriñen. Malos compañeros del tiempo somos.
Me voy cerrando desde hace meses, la paz me gobierna al comprobarlo de nuevo. Al cuarto claro no sé cómo ponerle fin, pero sí que está en él. Con mi paso poético me sucede igual.
Ahora me toca asentar.
Creo.

Ayer
irme de todo me estoy yendo
como el mar muerto
tan salino tan
de nadie
de su misma salobre
esencia.
Llego al dón-
de todos
me hago.

Hoy
extrañamente percibo mi adiós
la llegada
no sabe hacia dónde gira
si va o viene
el adiós y ella

me asombran.

Sea lo que fuera que mantuviera el continuo de este blog ha desaparecido. Un año presintiendo este cambio, la muerte de un ciclo, el final de un tiempo poético y creo que hasta vital
de nada saber lo que llega
gracias a la suerte
de poder oler una azucena fuera de temporada. Diciembre es el tiempo, Febrero la luz. Mayo me cultiva. Y me cuida.

me genera la inquietud
algo llega a su fin
algo se nombra de nuevo
algo aboca
algo amanece sustancialmente aunque no consigo verlo.
¿Aún?... aún.
dónde estará el cabo de la madeja,
esto ha concluido pero no lo sostengo entre mis manos.

lo que no puedo prever:

la certeza
me genera la inquietud
abandona
lo que ya no me pertenece.
sin isla ni desierto me entrego
a la extraña costumbre
de no saber leerme

encarnizada lucha con este final
contra toda previsión me lleva
hacia no sé dónde.

pero sé hoy
sé final
soy.

Sofía Serra

martes, 18 de diciembre de 2012

Parable en inglés significa parábola (me balanceo)

Parable en inglés significa parábola
(me balanceo)

el deshielo suena
un estruendo sordece
la felicidad
estimable el corazón
resuena sirena
oscilante
la tierra gira
sobre sí misma
se balan
cea sobre
el eje

cualquier palabra
la hemos pronunciado
cualquier metro
cuadrado de suelo
lo hemos pisado,
cualquier molécula
redonda de aire
de alguien
me llega
de cualquier
sin tiempo
qué hay nuevo,
nuevo?
la nada es nuevo
siquiera nueva
nada hay.

hartazgo finito.

desbrozasienes.

un árbol
un árbol                 siempre
es nuevo

sobre
esta
tierra
sin con
suelo
de qué
suelo

habláis

de qué
suelo
sin con
suelo
sin con
suelo
sin con
suelo

de-so

siego

los caña
verales.

parables.

mis cabezos amarillos.

(Sofía Serra)

Me paarto con esta internet de los mismísimos

Parménides fue mi primer amor que eres tú

Parménides fue mi primer amor que eres tú

es que necesito rei
vindicarte.
si estás ahí
estás
porque tú y yo
así lo quisimos
nos convino en un modo
esta especie
a nuestro modo
de hijos futuros de caínes
y abeles redomados
en sus encuentros de hienas
que solas miraban,
qué solas miraban
las leonas que se acercaban,
los leones que descansaban
ellas llevan las mismas tetas de mi sexo
ellas llevan los mismos te(s)tos de tu sexo.
Yo no amo a los alacranes
injustamente.
Yo en nada injusto te amo, hombre
recio, simbiosis
de la Costra en mis sienes
de cabezos.
Mas sí te necesito
en mi pecho unido
a mi cerebro amarillo.

Ella es la enemiga que creamos.
Y ella me ha robado
lo que más quiero
lo que más deseo,
lo que necesito,
a mi compañero en la vida
de esta física tesitura.

Qué te habrá robado a ti
Ella.

No importa seamos más
o menos Dios
diría si existe más allá
de los claveles y las fuentes.
Pero este lugar de presente,
siempre el sitio,
anhela su justicia de tiempo,
como ya te dije algún día,
nuestra compañía.
Y en él, si tú no hablas,
no hay luz que brille,
eje que la decline
o sombra que la represente,
fuera lo que dijera Platón
y todos los que tras él
malinterpretaron.

es
que yo me quedé allá junto
a los presocráticos,
a la intemperie
de nuestro
al final
primer
encuentro.

Sofía Serra

lunes, 17 de diciembre de 2012

El perro de agua

El perro de agua

esos tamaños grises de tus huellas
en la orilla me hablan de tus pies.
ah, cuánto tuvo que dolerte,
¿verdad?
Verdad.

abrir la cola en canal,
despegar
escama por escama,
separar
cada espina
extraer
cada nervio
llegar
a la médula,
y oh, sorpresa, era bífida
como tus ojos y tus manos
y hasta tu cerebro.
A partir del hueso
ya sufriste menos,
sencilla operación
de invertido camicace
que en vez de suicidarse
multiplica su mitad
corporal
desde abajo,
lo único
que se necesita
para ser
el hombre andando
desde arriba
golpea el mar
con la fuerza de su puño.

quedaba lejos
tu blanda apuesta de soslayo
y penitente reserva yo
qué más querer que
ser tu herida
para que así
me lamieras.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

domingo, 16 de diciembre de 2012

De qué habláis

No hay forma.
No hay modo.
No hay nodo.
No hay nada.
¿Qué puñetas hago con un poemario que lleva dentro suya tantas fotografías como poemas?
Me canso de explicar. Me cansé de explicar. Ya ni lo intento. No entiendo por qué hay que explicar tanto. ¿Tan difícil es percibir, ni siquiera leer, que todos los comienzos de poema empiezan a un tercio de la página por imposición del diseño editorial? ¿Por qué me pasa esto?
¿Por qué resulto ininteligible para el resto de mis semejantes?
La desesperación.
La pura pereza
por agotamiento.
Menos mal que suena el himno de la antigua URSS, hoy el de Rusia, con otra letra que ni entiendo ni deseo entender, me da igual a quien represente ( o no). Su música, su música, su voz como instrumento musical.

De qué habláis.

Oler unos ojos

Jamás una fotografía.
Jamás una palabra.

Que no olvido.
Somos sentido
del uno nuestro
del otro ángel
de nuestra guarda.

(Sofía Serra)

sábado, 15 de diciembre de 2012

La lírica

La lírica

Mira que amé a los Beatles, mira que conformaron agua de mi agua, que congratularon la correntía de mi sangre por los cabezos azules de la adolescencia. Allá ellos ya muertos, yo los descubría, cono siempre, mis mitos, mis dioses, todos ellos han muerto siempre antes…
Nada como su música, su armonía entretanto descabello. En ellos todo se evidenciaba, la necesidad de aprender, mi gusto por el lenguaje, mi necesidad de héroes.
Pero hete aquí que a través de ellos descubrí la canción (es “canción”, pieza menor musical) Nights in white satin.
Y entonces todo encajó.
Mi cuerpo de hembra mayor
siendo mente objetora
de sujeta trascendente
de mi voluntad,
que ni aún ahora.
Después todo se hizo
como la vida que todos
disponemos.
Todo está escrito,
yo os lo digo, mujer
del siglo XXI,
todo lo han escrito
para nosotros, seamos quienes
seamos los que llegamos
o vivimos en la noche
del jardín azul.

Hasta los cabellos blancos
enredados en mis dedos saben
a música
mía tu música Noche
sola noche
azul por blanca
que te nombraran
sé bien
nunca
te viviré
más dentro
mía,
es decir,
en mi nombre
eres tú.







Sevilla (un poema de Fernando Ortiz)


Sevilla (Acuarela) 
A Antonio Sánchez

Un patio. En su soledad
se oye de la luz un roce.
Arriba, la claridad;
abajo, el íntimo goce.
Albahacas, gitanillas,
plantas y flores sencillas
pintan y aroman la cal.
Una alta torre y un río,
un revuelto caserío.
Y la Epístola moral.

Fernando Ortiz (De Postdata, 1999)

viernes, 14 de diciembre de 2012

El año de la coronación


El año de la coronación

Sucedió en su fecha, el año
del descubrimiento, el año
en que me colon-
izó el huevo
claro
con el que me coronó
mi madre trigueña
clara
con la tortilla de patatas.
De allí llegó la desarrollable,
el conocimiento de lo inexplicable,
la opacidad del agua,
el brillo de los ojos oscuros
de los dos amantes, la vergüenza
de mi desnudez limpia
en los brazos amorosos
de mi madre, que me coronó,
sí, me coronó con su amarilla
tortilla de patatas servida
en el plato de plástico azul.
La hermosa y bella mía no sabía
que la asaeté todo el día
con el capricho y las flechas
de los celos de mi prima
tan sólo por hacerle justicia:
¡qué no, que mi madre
hace las tortillas mejor
que tu madre, mi tía!
Mi prima se iba donde los alemanes,
rubia, siempre princesa,
se la llevaban sus padrinos
muchos días a un lugar
que hasta 40 años después,
tan alta me quedaba mi prima,
no pude conquistar,
ya mediante otras armas
y otro color, el verde
de la higuera o de La Higuerita.
Yo, como no
los tenía,
o sea, sí,
pero como eran mis abuelos,
como si no los tuviera,
así que ni disponía de animales,
digo, padrinos que se iban
donde los alemanes,
ni siquiera higueras
con las que matar
a las cañas, como Afrodita
sí la tuvo luego.
Me bastaban mis hermanas
y el calor del cuerpo de mi madre
cuando me arrebujaba en la toalla
tras el baño de la tarde
en el agua clara de los manantiales
donde mi piel quedaba limpia
de sal y de arena y de calor.
Dulce y fresca quedaba yo.
Mi madre, mi madre
siempre me limpiaba,
siempre me endulzaba.

Pero llegó el fatídico día,
el de la coronación
del huevo pasé a la espina,
no del huevo, no, el huevo
es fruto, comprendí
las otras de mi madre
justa en el instante.
Las que no supe asimilar
fueron las de las miradas
sonriente—¿por qué sonreían?—
de la pareja justa y junta
que me observaba cuando,
por las manos amorosas de mi madre,
mis piernas entreabiertas en el mar
les mostró lo que ellos
nunca pudieron tener
ni antes
ni después:
un hijo,
una hija
con un
culo limpio,
un pimpollo de carne blanca
entre tanta piel morena
fruto de un bajo vientre,
llorando o riendo
según amanecieran
el día o la noche, jugando
con la arena con su padre
a construir murallas de arena
para que la suave ola
la lamiera embebiéndola,
y desaparecieran, acompañando
a su madre con la leche
de la más pequeña o asaetándola
todo el día con el capricho
de una tortilla de patatas
hecha en aquella cocinita
cuidadosamente dispuesta
entre cartones decorados
con tazas de chocolate
bebido por un niño risueño,
que la aislaban de los vientos
de levante o de poniente.
Ni los diseñadores suecos de Ikea
han aventajado las ideas de mi padre,
ni mi tortilla a la de mi madre,
comistrajo que no me gustaba
por entonces, el huevo sólo
me entraba pasado por agua,
el agua dulce de los manantiales
de agua clara —la clara clara
sólo por el agua me gustaba—
pero es que su prima, o sea mi prima,
la prima,
tan de los alemanes, había osado
cuestionar el buen hacer
de las manos
de mi madre.

Claro, era princesa.
Mi prima.

Fue un año fatídico
para una que ya no
recuerdo, o sí.
Ahora me ensordece su voz
anunciadora, nuncia
profética del nacimiento
del disfraz de la mesías:
la india.
Y mi madre la mandó retratar,
vestida de blanco
tan ingenua
pero muy morena,
había nacido desde el peor
mal de nuestros males:
La codicia.

Nació la india en Agosto
en la ciudad tras la playa
el año del descubrimiento
de un continente imparable: Am-
ar aunque la maten.

Aunque me maten
o me mate
yo misma.

Total, yo ya estoy coronada,
con espinas de madre,
con tortilla de patatas
y hasta con plumas de aves,
niña blanca o india nave
con alas como las
que salieron de esa orilla
hacia la otra.
De la menudencia, la pequeña
violencia, el sabotaje,
a
las catástrofes, las hecatombes,
los holocaustos,
de más o de menos
millones de inocencias
tienen siempre el mismo origen:
el capital de las legiones
que nos oprime y nos consiente,
ya provenga de celos de princesas,
de ausencia de justicia
o presencia de alemanes,
de la codicia de hueros amantes
o del amor de una
dulce madre
que padeció
espinas
de
orfandad
y
de
hambre.

(Sofía Serra. De Los cabezos amarillos)

Finales Agosto 1970






Cantores por la bahía

Se me han saltado las lágrimas al ver a mis cabezos amarillos, en dos ocasiones aparecen, una por el principio y otra por el final, con su torre derruida y todo. Pero la sevillana es preciosa, de las que más me gusta bailar, siempre me emocionan. Demasiado. Siempre.
Y no me los esperaba.
He llegado casualmente a este vídeo.
Todo me lleva.
El poema camina y yo lo sigo
Cuando consiga una nueva cámara será lo primero que haga, como sea, me iré a pasar el día retratándolos. No puedo más. No puedo más. NO quiero poder más.

La vida imposible I (charla una madre con su hijo de 20 años)

La vida imposible I
(charla una madre con su hijo de 20 años)

la felicidad sólo consiste en apreciar
lo que se tiene cuando se tiene.

No importa qué se haga, Manolito,
el resultado siempre es el mismo.
Si aprecias, no lo digas.
Si amas, no lo expreses.
Si quieres que quieran
de ti, nunca des.
Hasta aquí ha llegado
y desde aquí ha nacido
el hombre cuadrado siempre,
cualquiera de nosotros aunque
tal vez yo y como yo
algunos que no conozco
nacimos con la particular
virtud o el vicio de hacernos

la vida imposible:

amar y no ser amados,
dar y no ser recibidos,
despeñarnos por el abismo,
ya nada insondable,
del no ser más
que (en la mirada) del otro.

La verdad, la única verdad, la pura verdad
en este mundo es que el ser humano
sólo quiere aquello que no tiene.
No te des: te querrán
No des de ti: necesitarán de ti.
No des bondad: te verán bueno.
No des belleza: te verán bello.
No des amor: te verán amable.
No estés: estarán.
No te seas: serán.

Provoca miedo: obtendrás respeto.
Provoca dolor: obtendrás amor
Provoca necesidad: obtendrás veneración.

Esta es la cordura del hombre.
Esta es la locura que me ha vuelto cuerda
desde mis cero años a mis cincuenta.
No tardes tanto en convencerte.
Sobrevivirás más saludablemente.

Y al final te rendirán honores
llorando por tu ida.
Probablemente hasta se dirá
que fuiste un enorme ser humano,
y casi seguro, un gran Poeta.

Te recordarán los siglos
aunque tú no recuerdes
el día que naciste
a la vida,
hijo.

(Sofía Serra)

jueves, 13 de diciembre de 2012

La amistad

La amistad

No hay nada como un mendrugo de pan
cuando el hambre es cierta,
enervante hasta dormir,
cuando se mastica el aire
porque no hay comida.
Falta la costumbre
de atesorarnos en la herida
recoger todas las libélulas
una a una rescatar con ellas
la ferocidad del milenio
persiguiendo a las avispas.

Otros toboganes nos esperan
en el parque de los viajes mistéricos,
la benevolencia,
la humildad,
la salud del cuerpo
como si perteneciera
a una mente infantil lúcida y brillante.

Nos falta por saber
todo
sobre
todo
nuestra falta de sabernos.

Árbol, sombra
que me iluminas,
dónde te ocultas.
Contigo se han ido
la alegría y el credo.
Ya sólo me queda
mi propia herida
y tu congoja.

El lugar donde a salvo,
la amistad de las yerbas floridas
recordándome.

(Sofía Serra)

miércoles, 12 de diciembre de 2012

La nieta del samurai

La nieta del samurai

“Dios que buen vasallo
si oviesse buen señore”
(Cantar del Mío Çid)

Hoy tengo constancia documental de que soy nieta de militante del PSOE y sindicalista de la UGT, portavoz del partido desde la llegada de la república en 1931 y posteriormente concejal por el Frente popular en un ayuntamiento sevillano. Leyendo esas actas, he entendido muchas cosas buenas de mi carácter, heredadas de él, sin duda, sin duda alguna; pero se me han quitado las ganas de escribir. Ni siquiera para rendir honores a mi abuelo materno me quedan. Se lo cargaron como a tantos otros. Es lo menos destacable. Hubo muchos. Un millón de muertos sólo durante la contienda.
Pero no he soportado saber que fue torturado.
La muerte no me da miedo, ni el dolor, pero sí la muerte en vida. Horrores le temo. Infinito. Sólo desde ahí entiendo que haya seres humanos que pueden torturar a otros. Hacer daño a sangre fría. Zombies, sólo zombies. Cuerpos sin cerebro ni células espejo.
Ahora sé por qué se volvió loco según siempre he oído contar (esa fue la notación oficial en su partida de defunción: enajenación mental) y se suicidó, interpretación de la niña de cinco años que era mi madre por aquel entonces (1940).
Pero se me han quitado las ganas de escribir, de todo… de todo.

He arremetido en mi interior contra el PSOE: ya no le debo nada, ya no lo seguiré votando nunca más, ya os di la vida de mi abuelo. Y a cambio seguís sin entender que nos habéis dejado huérfanos. Como a mi madre la dejaron los otros.

A mi madre siempre le ha dado miedo el agua, nunca buena nadadora. Si se alejaba del borde más de un metro, se hundía. Literalmente. Yo siempre he sido buena nadadora. Ella buscaba a su padre en el agua de la taza del retrete, porque había oído que ese agua llegaba al río, que fue donde lo encontraron con una herida (sic, no se especifica más) en la cabeza, muerto, en La Barqueta. Natural que esa niña le cogiera miedo al agua. Natural. Se había llevado a su padre el agua... El agua.

A mí nunca me lo ha provocado, el miedo el agua, a pesar de que en un par de ocasiones estuve a punto de ahogarme. De una me salvó mi otro abuelo, Salvador se llamaba, providencial nombre para mí. Con dos o tres años se me ocurrió intentar llenar un cubito de juguete con el caño de agua que caía sobre una piscina o alberca. Me recuerdo, el cubo azul con el asa verde, recuerdo el brillo del sol en el caño de agua, en el agua borboteante y transparente. Su fuerza y el peso del cubo al llenarse pudieron con el cuerpo aún muy pequeño. Cuando miraron yo estaba bocabajo flotando. Él me rescató. Después fue mi primo en el mar, por la melena.
La melena. De un tirón. Y las burbujas y la placidez del dibujo en HDR de la corriente del agua en la ola.
No, nunca me ha dado miedo el agua.
Pero la crueldad humana sí me puede.
Algunos posmodernos llaman a la crueldad “hijoputez”. Y yo les digo: NO. No, hijaputa yo. Es lo que quiero ser. Eso quiero ser de mayor, una gran hija de puta a partir de mis cincuenta.

Esta es la amarga constancia de que el mal y la injusticia sólo generan odio. Y el odio sólo trae nuevo mal. El círculo nunca se rompe.
A menos que nos esforcemos.
MUCHO.

Que nadie vuelva a decirme nunca más que no son tiempos para poetizar ni hablar sobre el amor.
Porque lo mataré, lo mataré con mis propias armas.
Me recogeré la melena.

(Dato documental extra también aportado hoy a estas manos: tengo un HLA-B39 en mi sangre proveniente de mi abuelo Miguel Giráldez Barrera, carpintero de Morón de la frontera, concejal de hacienda y gremios de su ayuntamiento. En el acta del 25 de Julio de 1936 ya no aparece su firma. Tengo ascendencia japonesa.)

Roturaciones

Roturaciones

Apenas me quedan héroes,
ni salvaeslips.


Venga de este guiso a sostener
tu calma, porque mi aliento
resoplo y bufo tras el arado.
El cordaje de las neuras se me rompe
equilibrando pesos y contrapesos
anudados a la reja.

Verte y no verte venir.

La techumbres inician el son
del leve paso de sus dedos
o sus garras sobre las tejas
liquenadas de la arcillosa
luz del verano, el quinto pino
del entierro riza el arcén
de su autovía.
Nunca fueron sembrados
árboles tan lastrados.

Hecatombe y lúcida sombra
en este verte y no verte venir.

Persisten cuadrados los soles
bajo las caricias del orbe azul.
Sin, pero sabiendo qué hacer,
resurge vacilando el verbo.
En el anticipo fantasearon
con sus alas los delfines del aire.
Las piernas colgaban de los pretiles
y el viento aminoraba
la marcha de los aún más indecisos,
así que maté al segundo
tras de mí al acecho
buscando el instante de mi estampida.
Mas renuncié, cerré la ventana
y juré no entoldar esta frente.
Luminosos, los seres del cielo,
esos que no llamamos ángeles,
sortean a manos viento las pupilas.
¿Qué hombre no los ha visto?

Verte y no verte venir.

Somos tantos que
se me ha quedado
pequeño el pulmón
—sólo uno, sólo uno tengo—
solicitando armisticios cantores
con su redonda boca.

Verte y no verte venir.

Nos quedaremos de ojos
cruzados obviando el juramento
y la inercia de las metálicas sienes
que beben asomadas a la puerta
y veneraremos un tú más yo
hasta que los laureles de invierno
logren entonar el grito
de la noche que mira y desmira
el malva de tu cabello. Vengaremos
sin más futuro que la rosa huella
habituada a resucitar
sobre el vacío desmesurado
de la espina.

Adolezcamos de algunos puntos sutiles,
confeccionemos el ansia de la rama,
exhibamos el letargo que nos oprime
compilando zinnias con palabras
prendidas del pico del jilguero
de tanto cantar para nada,
tanto dar para nada.

La venerable respuesta
apremia por ser escrita.
Pieza a pieza hace el frío
y las hojas no han caído.
Resuena la yerba
sobre los rizomas
de plata enterrados.
Se huele el aliento de la vida.

La muerte no tiene aliento.
La muerte no tiene boca.
Verte y olerte llegar:

Nena, hacías mucha falta,
tú sabes cómo romper el duro hielo.

Sofía Serra (El hombre cuadrado. Correcciones)

martes, 11 de diciembre de 2012

El temblor (poema a mi primer recuerdo verbal)

El Temblor (poema a mi primer recuerdo verbal)
(A la Venus de Willendorf)


con qué mando vino
y a qué fango llega
la venia bajo la que te labraron.
Si conocemos el momento,
¿te imaginas un desierto sin hombres
poblado sólo de árboles?

…Y entonces llegaron
sus pechos manando leche,
y en su barriga
crece la nueva vida
y se haga fuerte
y coma con sus dientes
y hasta ojeras tiznará
al enfrentarse a la pendiente
cuando el jefe de herida muere
por el colmillo del mamut,
o tal vez por la venenosa
espina de la acacia
que por entonces verdeaba
las arenas del sáhara.

Ni qué decir tiene ya
su vulva fue el origen
del mundo para ellos,
pobres hombres blandos
y sedientos de rascacielos
que los elevaran del frío
del suelo de la cueva.
Pero he aquí que llegó
su bonhomía temprana,
y la mujer chamana
se talló en caliza
hasta dar lugar,
o luz,
al misterio:

y si a esta piedra
y la clavo y casco
y lasca a lasca
ya llegarás,
cuando se me abra
la rosa dura.

Pensó la mujer naranja
con el contraluz
de un cuerpo y durmió
con un cuerpo,
soñó, despertó
y se levantó del tálamo
de piel de alce
con un cuerpo
girado hacia el oriente
del horizonte naranja y negro
y rojo temblor:
terremoto
sopla con sus piedras,
te nombra meciendo
sus altas tundras,
te labra moviendo
tus pequeñas sábanas
te engolfa en las voces de afuera
cuando mis muslos
aún no habían engordado
con la teta, en la cuna
y desde su tierra
se cinceló la talla
de ésta no sé ya
si habla o antigua.

Sofía Serra (De El hombre cuadrado)

En HDI

La conciencia es la que precipita el conflicto del hombre con la esencia, pero también lo que únicamente puede reconciliarlo con ella, con ella y con el mundo.
La conciencia es la primera célula espejo que le nace al hombre, la que le hace poder reflejarse, tomar medida de sí mismo. Fue entonces, al poder medirse, cuando se abrió el abismo bajo sus pies. Pudo contemplarse a sí y, por tanto, contemplar a la esencia desde lejos.

El acto nombró el suceso, un suceso para volverse loco. De hecho el ser humano se volvió loco. Su única salida: el miedo. El miedo anidó dentro de él (¿quién-qué no sentiría miedo ante la presencia de un abismo bajo sus pies?). Sin embargo, su mente sabe que tiene que seguir caminando. Es así como ella misma, el mismo hombre, comienza a construir la costra dura de la nomenclatura ante sus pies, cada paso que da, cada pie que echa hacia delante, una porción de camino de cemento y piedras que aparece, y así en perfecta hélice de progresión geométrica por los tiempos de los tiempos.

Los primeros lo tenía más fácil, iban construyendo la primera capa, la esencia les quedaba más cercana, con un simple pensamiento acorde con la naturaleza, la esencia se les transparentaba. Mientras más alejados de “aquel tiempo” más difícil recordarla, el camino está echado, capa sobre capa, seguimos andando sobre él, es el tiempo que es nuestro compañero. Los huecos para poder observarla nos quedan en los pensamientos, las ideas, el grafos de los anteriores a nosotros, los clásicos de cualquier índole. Ahí en ellos se contempla la esencia, se vuelve a contemplar, el hombre puede seguir mirándola, no perderse de ella a la vez que seguir caminando por “su” tiempo presente.

El trabajo de los hombres de ciencia, pensadores, filósofos es el de convertir la costra (que ellos mismos echan) en transparente; es el lenguaje discursivo mediante el cual transmiten lo conocido o reflexionado para derramarlo sobre la costra y hacer al otro hombre recordador de aquella esencia o el uno del que provenimos. El de los artistas y poetas, crear los pozos artesianos, en lenguaje cursivo, o cursal (me gusta más esta), es decir, siguiendo el curso de esa esencialidad taladrando la costra, cada uno o cada sección de lo que somos ayudando al hombre a recordar verticalmente, de donde proviene y lo que es.

Después de la primera célula espejo, fueron naciendo las siguientes, claro. Esas que nos devuelven la mirada sobre el otro, esas que nos devuelven la mirada sobre lo que nos rodea, sobre la naturaleza, sobre todo a lo que ponemos nombre. Esas que nos permiten obtener conciencia de que hay algo más que la costra y nosotros y nuestra necesidad de nombrar.

La observación y la vivencia de la naturaleza ayuda a hacer recordar al hombre la esencia, porque a ella, al no poseer conciencia de sí misma, le falta esa célula espejo que nuestra mente desarrolló, se parece a lo que el hombre fue antes que hombre consciente de sí. Pero sólo ayuda a recordar, no es la esencia misma, pues nosotros, incluida esa célula espejo, e incluida la posterior necesidad de construir la costra dura de la nomenclatura, también somos naturaleza. La esencia nos subyace a todos, a la naturaleza y al hombre con su costra dura de la nomenclatura a cuestas o bajo sus pies. La naturaleza es la amiga que puede ayudarnos. De hecho auxilia al poeta y al pensador en su reflexión. Pero si no hay agujeros y transparencia desarrolladas por el arte y el pensamiento, no hay de facto visión total de la esencia. Visión en HDI si se quiere.




lunes, 10 de diciembre de 2012

Las antípodas

Las antípodas

cómo embarcarme siendo isla
cómo aislarme siendo nave.


Nunca debí dejarte solo.
En la esquina suroeste de europa
la suerte se dividió en dos
segmentos de segundos planos,
el atril de la superficie de tu huida
y mi paz al falsamente mirar
el escaparate de los trajes (de flamenca)
por donde, en el lugar del pan,
tu cuerpo caminaba erguido
buscando el viaje
que te apartara de mí
o de ti mismo
o a mí misma
del pan.

me persigue el hambre
de haberte regalado mi soledad
en ese cristal egoísta.
Es la playa, la venerable playa
de mis infantiles logros,
tan real como el alimento que me predica,
la que avala la verdad de mi sensación,
su realidad y su causa sensacional y
real. Verdaderamente real.

verdaderamente real
por ti comienza
por hacerme amiga de tu suerte,
por mí termina
por embarcarme en las naves
que me trasladen lejos tuya
aguas adentro mar de un horizonte
que no perturbe
el armonioso y líquido y fresco
sostenido de tu boca o tu apetito…

Y me arrumbo en el ardiente deseo
de dejar de ser y estar
paloma, fuente, torre
o playa dejar de ser
para estar
sólo isla silenciosa,
como la que Google recogía torpemente
ya en las antípodas
de este Suroeste.

Sofía Serra (De Los cabezos amarillos)

domingo, 9 de diciembre de 2012

Dorado cuaderno de matemáticas

Un año como ninguno, un curso, segundo de BUP, 14-15 años. Las matemáticas, la física, la Historia, el Latín: el descubrimiento de la pasión que todos esos conocimientos me provocaban. El año que tuve decidir.
El año además en que me cambió la letra o me maduró en sus rasgos cruciales: cuando se me soltó, cuando mi grafos comenzó a lograr expresar mi carácter tal como explica la grafología. En el cuaderno de matemáticas, curioso que sean los únicos apuntes que conservo de toda mi época de instituto, se aprecia claramente su evolución desde el principio de curso hasta sus finales: las "emes", las "enes", la hilazón entre las letras, ya ahí aparecen los rasgos que nunca más se fueron de mi escritura.
A veces echo mucho de menos las matemáticas en mi vida, su ejercicio, este tanto sobreabundar humanamente sobre  el espíritu, la mente, el cuerpo, la carne... ¿Qué somos sino matemáticas y física aplicada? Me fascinaban. Las integrales y derivadas sobre todo me descubrieron la verdadera belleza del cálculo matemático.
Pero tuve que decidir y me decanté por "humanidades", como si avanzar en un cálculo mental no fuera algo tan humano como avanzar en el conocimiento del hombre, ¿qué hacemos si no cuando poetizamos? La poesía, las matemáticas, hermanas que hemos condenado a vivir aisladas, equivocadamente entendidas tanto una como otra, como si la ética o el amor no pudieran transparentarse en una demostración matemática. Como si la razón sólo pudiera aplicarse al número y no a la palabra, al pensamiento y no al sentimiento.
Equivocados, equivocados para siempre.
¿Cuándo decidimos equivocarnos? Cuándo cometimos la tropelía... En qué momento quisimos alejarnos del conocer. Cuándo dejamos de ser hombres para convertirnos en simples servidores de las mismas limitaciones que contruimos para lograr caminar sobre esta costra dura de la nomenclatura... Cuándo...

... Y qué más da el cuándo...

Principios de curso

Finales de curso

Versos áureos (Pitágoras)

Honra, en primer lugar,
y venera a los dioses inmortales,
a cada uno de acuerdo a su rango.
Respeta luego el juramento,
y reverencia a los héroes ilustres,
y también a los genios subterráneos:
cumplirás así lo que las leyes mandan.
Honra luego a tus padres
y a tus parientes de sangre.
Y de los demás, hazte amigo
del que descuella en virtud.
Cede a las palabras gentiles
y no te opongas a los actos provechosos.
No guardes rencor
al amigo por una falta leve.
Estas cosas hazlas
en la medida de tus fuerzas,
pues lo posible se encuentra
junto a lo necesario.
Compenétrate en cumplir
estos preceptos,
pero atiénete a dominar
ante todo las necesidades
de tu estómago y de tu sueño,
después los arranques
de tus apetitos y de tu ira.
No cometas nunca
una acción vergonzosa,
Ni con nadie, ni a solas:
Por encima de todo,
respétate a ti mismo.
Seguidamente ejércete
en practicar la justicia,
en palabras y en obras,
Aprende a no comportarte
sin razón jamás.
Y sabiendo que morir
es la ley fatal para todos,
que las riquezas,
unas veces te plazca ganarlas
y otras te plazca perderlas.
De los sufrimientos que caben
a los mortales por divino designio,
la parte que a ti corresponde,
sopórtala sin indignación;
pero es legítimo que le busques remedio
en la medida de tus fuerzas;
porque no son tantas las desgracias
que caen sobre los hombres buenos.
Muchas son las voces,
unas indignas, otras nobles,
que vienen a herir el oído:
Que no te turben ni tampoco
te vuelvas para no oírlas.
Cuando oigas una mentira,
sopórtalo con calma.
Pero lo que ahora voy a decirte
es preciso que lo cumplas siempre:
Que nadie, por sus dichos o por sus actos,
te conmueva para que hagas o digas
nada que no sea lo mejor para ti.
Reflexiona antes de obrar
para no cometer tonterías:
Obrar y hablar sin discernimiento
es de pobres gentes.
Tú en cambio siempre harás
lo que no pueda dañarte.
No entres en asuntos que ignoras,
mas aprende lo que es necesario:
tal es la norma de una vida agradable.
Tampoco descuides tu salud,
ten moderación en el comer o el beber,
y en la ejercitación del cuerpo.
Por moderación entiendo
lo que no te haga daño.
Acostúmbrate a una vida sana sin molicie,
y guárdate de lo que pueda atraer la envidia.
No seas disipado en tus gastos
como hacen los que ignoran
lo que es honradez,
pero no por ello
dejes de ser generoso:
nada hay mejor
que la mesura en todas las cosas.
Haz pues lo que no te dañe,
y reflexiona antes de actuar.
Y no dejes que el dulce sueño
se apodere de tus lánguidos ojos
sin antes haber repasado
lo que has hecho en el día:
"¿En qué he fallado? ¿Qué he hecho?
¿Qué deber he dejado de cumplir?"
Comienza del comienzo
y recórrelo todo,
y repróchate los errores
y alégrente los aciertos.
Esto es lo que hay que hacer.
Estas cosas que hay
que empeñarse en practicar,
Estas cosas hay que amar.
Por ellas ingresarás
en la divina senda de la perfección.
¡Por quien trasmitió a nuestro
entendimiento la Tetratkis 
la fuente de la perenne naturaleza.
¡Adelante pues!
ponte al trabajo,
no sin antes rogar
a los dioses que lo conduzcan
a la perfección.
Si observares estas cosas
conocerás el orden
que reina entre los dioses inmortales
y los hombres mortales,
en qué se separan las cosas
y en qué se unen.
Y sabrás, como es justo
que la naturaleza es una
y la misma en todas partes,
para que no esperes
lo que no hay que esperar,
ni nada quede oculto a tus ojos.
Conocerás a los homb res,
víctimas de los males
que ellos mismos se imponen,
ciegos a los bienes
que les rodean,
que no oyen ni ven:
son pocos los que saben
librarse de la desgracia.
Tal es el destino
que estorba el espíritu
de los mortales,
como cuentas infantiles
ruedan de un lado a otro,
oprimidos por males innumerables:
porque sin advertirlo
los castiga la Discordia,
su natural y triste compañera,
a la que no hay que provocar,
sino cederle el paso
y huir de ella.
¡Oh padre Zeus!
¡De cuántos males
no librarías a los hombres
si tan sólo les hicieras
ver a qué demonio obedecen!
Pero para ti, ten confianza,
porque de una divina raza
están hechos los seres humanos,
y hay también la sagrada naturaleza
que les muestra
y les descubre todas las cosas.
De todo lo cual,
si tomas lo que te pertenece,
observarás mis mandamientos,
que serán tu remedio,
y librarán tu alma
de tales males.
Abstiénete en los alimentos como dijimos,
sea para las purificaciones,
sea para la liberación del alma,
juzga y reflexiona
de todas las cosas y de cada una,
alzando alto tu mente,
que es la mejor de tus guías.
Si descuidas tu cuerpo para volar
hasta los libres orbes del éter,
serás un dios inmortal, incorruptible,
ya no sujeto a la muerte.






 
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