viernes, 11 de junio de 2010

A de Ave (Para Teresa, mi profesora de Historia)

Hacía treinta años que no había podido volver a verla, a Teresa, mi profesora de Historia entre los 15 y los 17 años. Llegó recién parida de sus oposiciones desde el País vasco. Nunca olvidaré una de sus clases, concretamente la del nacimiento de las ideologías en el siglo XIX. Comprendí entonces que no podía ni debía estudiar Derecho, que era la carrera al parecer "predestinada" para esa niña de 17 años. Me abrió los ojos a una herramienta para mi vida, para mi conciencia de ser humano anhelante de poder comprender al Hombre. Me puso en bandeja de plata lo que era y sigo siendo, me asentó, sin ella darse cuenta, como persona. Me lanzó a la vida que yo quería, quiero y seguiré queriendo hasta que muera.

Hoy continúa ejerciendo de profesora de la misma asignatura en el mismo instituto. La vi igual, exactamente igual que como la recordaba. Ella se cree cansada por  el ejercicio de esta labor que casi nunca es reconocida, la de formar a seres humanos en las verdades del hombre. Yo no la vi así, cansada. Sé que en sus clases de ESO y ESA (Enseñanza secundaria de adultos) continúa formando a personas que como mínimo aprenderán a vivir más congruentemente con lo que todos los seres humanos somos y muy pocos tenemos la fortuna de conocer. Está fabricando seres dadores y más felices, está construyendo un mundo mejor. 

Ella, Teresa, mi profesora de Historia.









A de Ave.  Para Teresa, mi profesora de Historia


¿De qué lugar vengo o llego/
que no encuentra esta gaviota/
suspendida sobre el aire/
más que cielos, nubes, y ya sus alas,/
antaño brillantes y perfiladas,/
comienzan a descubrir sus remeras plumas ya deterioradas?/


¿Cae el cielo o cae el ave?/
Tiempo habrá, ¿seguro?, para rehacer esta batalla encendida/
que mantiene el día con la noche sobre la pared mojada/
y sobre esta frente ya perlada/
por tanta gota de agua, de sudor y de lluvia./
Perdida hasta de sus alas, la gaviota se acuna./
Sin suelo ni voluntad de vuelo/
ni de caída a pique,/
¿o es que cae?/
Raudos estratos de nubes escalonando/
a golpe de arista el viento contra este pecho./
Bala incendiaria que traspasa mis pulmones con tanta agua destilada,/
de ozono o lluvia ácida,/
que mi piel se transfunde hasta hacerme transparente/
en saco de suerte/
sin vértebras precipitándose ya sin plumaje./


No hay dovelas en el aire./


Tendré que aprender a caer en mí, dice esta niña vieja cayendo./
Como si no supiera./
Tendré que aprender a esquivar la maraña de suertes/
desmadejadas por el sinsentido de las cuerdas tensas/
y extrañas./
Cómo si fuera ignorante./
Como si no hilase carrete a carrete/
como Parca ducha en la atmósfera del lienzo del divino./
Tendré que aprender a recoger los frutos de los árboles,/
y a penetrar en la alegría de la huerta que el sol,/
bajo el acopio libre de energía y tiempo,/
hace posible sobre terruños en los que el limonar crece/
azul y amarillo/
de la luna de su sonrisa,/
y los esfuerzos de humano encendido en trigo de memoria/
y justo amor por las luces verdes del verano Abierto./
Como la A de afán./
Como la A de viejA./
Como si no lo fuera: Abierta./
Como si cayera, que no hay dovelas./
Como la A de Teresa, así te llamas, que a mi viento de vida llegaste/
en quince bandadas de Aire recién estrenado por estos pulmones,/
y hoy, en doble como ellos, o tal vez la gemela,/
te aposentas sobre la llaga confirmando/
escritura de ser humano que dejaste abierto en la A final de mi nombre./
A de albatros,/
A de vasca,/
A de instituto,/
A de exámenes, A de Historia, A de anarquismo,/
A de libertAd hecha conocimiento del hombre,/
A de compañeras del tiempo que somos y de mi Amor que me espera./
A de ti y de E. S. A. ,
y de emoción hecha carne en la A de Ahora en los treinta de este Arco que se tira y se tiende./
A de Alumna tuya hecha unA en lo que fui y sigo dando./
A de tu niñA Ave./
A de Arco con pilares de seres humanos claros./

Sofía Serra,  9 de junio 2010

1 comentario:

  1. Es bello el poema. Pero la entrada no se queda atrás. Si yo fuera Teresa no sabría si reir o llorar. Como no lo soy, esbozo una sonrisa con tintes de nostalgia.
    Hoy me he atrevido a contar hasta cien. Dediiqué mi entrada a Paloma, pero ahora sumo a Teresa en esa dedicatoria. Qué menos.

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