jueves, 22 de octubre de 2009

Huertos de voy-ven (El huerto del Rey Moro)

Título de la fotografía: Distrito 9

Una, habituada ya a encontrarse con estas peculiaridades en su vida, no da importancia a la cuestión, pero díganme si es casualidad, o no, el hecho de que la misma,
la una,
harta, y hasta
agostada,
de sembrar coles y nabos, meridionalmente entendidas señeras especies hortofrutícolas como tomates, berenjenas, pimientos y demás solanáceas,
sale huyendo del edén donde vivía para asentar sus reales posaderas, y las de su familia,
en pleno centro histórico de una gran ciudad, Sevilla, la suya de toda la vida.
Y cuando, decidida a volver a caminar por sus calles adoquinadas, traspasa los umbrales de la puerta de su casa, lo primero que halla es un HUERTO, con nombre y todo, un huerto que ocupa una casi envidiable extensión de zona edificable, un huerto entre cemento, entre paredes blancas y muros grafiteados, un huerto con señales de tráfico y todo.
Un huerto como dios manda.
No sé si es que me persiguen o yo los persigo a ellos, con los ojos cerrados o como sonámbula, todo sea dicho.

Dejando a un lado la personal visión del asunto, y por mor del mejor deseo para esta especie de pica en Flandes (un huerto en pleno casco histórico, amigos, unos cuantos cientos de metros que se salvan de la piqueta, los ladrillos y las especulaciones de los que ni siquiera saben sembrar billetes, sólo recogerlos) daré algunos datos sobre ella, sobre esta rareza, sobre este diamante entre tanto estercolero, sobre esta flor sobre tantas lajas de mármol.
Se trata del solar que siempre fue ocupado por una antigua huerta que según datos leídos en los periódicos locales data del Siglo XIII sevillano, y que llevaba el nombre que hoy en día le acompaña, "del rey moro". No he podido averiguar cuánto de cierto hay en ello, pero sí sospecho de su veracidad, pues puesta al habla, por pura curiosidad, con algunas de las personas que se han encargado de luchar por su mantenimiento, se me informó de que sólo podían sembrar " en alto", esto es, en bancales izados a base de colocación de bloques que los delimitaban. Una vez relleno su espacio con tierra de sembradío, se plantan en él las distintas especies elegidas (la siembra en bancal resulta de las más productivas posible, pues así se asegura el hortelano de que la tierra depositada está bien suelta y removida, con lo cual las raíces de la planta podrá extenderse con toda comodidad). Pregunté que por qué no sembraban árboles nuevos, con la idea de traerles alguna encinita desde el campo, y de la respuesta resultó la evidencia a cuanto puede haber de cierto en ello: "No nos dejan escarbar, remover tierra, el ayuntamiento, porque se supone que esta zona está llena de restos arqueológicos. Estamos a la espera de que hagan unas catas que dicen que van a hacer"
Hace pocos días publicaba la noticia "el correo de Andalucía" (pensé escanearla para este artículo, pero hoy, por mis mismas manos y sin querer, ha ido camino del contenedor para reciclar papeles el número del diario en cuestión): El ayuntamiento da luz verde al huerto del rey moro. Promete que será dedicado a espacio verde público -imagino que con la continuidad de la actividad que en él se desarrollaba.
Así que las personas que apostaron por ello, han ganado.
Mis felicitaciones, y desde luego, mis mejores deseos.
Eso sí, eso no quita que, por ejemplo, cada vez que subo a la azotea y me asomo sobre el pretil, los pretiles del aire sevillanos, para disfrutar de las vistas desde el alto que siempre me han fascinado, se me estremezcan hasta las uñas, sólo de recordar lo que significa tener que andar, de nuevo, lidiando, aunque hoy sea sólo visualmente, con tomateras, tierra, paja, mangueras de riego y de goteo y demás parafernalia que necesita el mantenimiento de un huerto.
¡Que vengan los huertos a mí o yo a ellos!
El caso es que siempre los "conservo".

Sofía Serra, Octubre 2009

Nota: El título de la fotografía se lo debo a mi hijo.

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