El gato sordo
El gato dormido que duerme,
o el sordo, o aquél de tres patas envenenado
desde su mismo engendro por la luz de los hombres
que contaminaron el nido lleno de su madre,
tan siempre alteradores nosotros,
vuelve para, ¿avisarme o sólo aseverarme?,
en todo caso, vuelve, me habla con sus azules ojos
de la verdad que se me posa como gato panza arriba, deshaciéndome.
Yo, o él, o alguno de ellos,
que son casi mutante trinidad divina,
alimentan este vaho interno.
Cuelgan amarillas las cornucopias exuberantemente dispuestas
sobre estas paredes ya no paredes de tumba.
… Aunque un gato muerto que sobreviva, no parece el mejor sortilegio,
¿o tal vez sí?
Siete vidas, siete, ¿cuántas llevará gastadas mi alma?
Gato que maúlla sin haberse oído nunca.
(Sofía Serra 2009)
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