miércoles, 22 de julio de 2009

Sobre la inefabiidad

Una reflexión que sí sé a dónde me lleva y que está íntimamente relacionada con la entrada anterior. En realidad todas las entradas están relacionadas, sino que nunca suelo decirlo explícitamente. prefiero dejarlo al libre ejercicio de las inteligencias y sensibilidades ajenas.

Cuando hablamos de la “inefabilidad” o la insondabilidad intentando referirnos a eso que comúnmente podemos entender como ser humano, no evidenciamos pruebas de que efectivamente las característica que nos aparte o destaque del resto de las especies de los seres vivos, calificando una parte de nuestro ser, aquél que al parecer, o al menos históricamente, hemos concluido por llamar espíritu o alma, sea especialmente profunda, o efectivamente insondable, inexplicable o totalmente imposible de entender o analizar en su totalidad ,sino que aludimos, la mayoría de las veces sin percatarnos de ello a nuestra propia limitación en el hecho o intento de conocernos al completo. Lo único que sucede es que somos conscientes de ello, de esa propia limitación para el hecho de aprehendernos, nuestra “inhabilitación” para con ello. La prueba de que somos conscientes de ello es que hemos logrado llegar a verbalizarlo, aunque, singular , y paradójicamente, cada vez que se usen determinados adjetivos para calificar al espíritu humano, se interprete hasta por el propio hablador como el que el ser humano es, como así quisiéramos, como si así lo deseáramos fervientemente, insondable, indeterminable, incalificable en su totalidad.
Tal vez lo sea para nosotros mismos, por esa misma limitación empíricamente demostrada, pero no hay nada que nos pueda demostrar que podemos ser estudiados como especie por un “segundo”, observador, estudioso nuestro, sea o no su existencia posible.
Tal vez en las misma autoconciencia del Hombre como especie se halla la misma limitación que, a la vez que nos empuja hacia ese, al parecer infinito, afán cognitivo por nuestras propias características (y por nuestro entorno), nos determina como impedidos para nuestro propio estudio.
Sólo nos queda amar.
Sólo nos queda poder saber amar.
Sólo nos queda lograr la alienación de nosotros mismos.
Pero… ¿quién desearía, o podría, dejar de ser ser humano?

2 comentarios:

  1. Respondiendo a tu pregunta:

    Aquel al que le duele más dañar a su madre Tierra, ser vivo albergador a su vez de vida, que matarse a sí mismo.

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  2. Luego la clave está en el amor, no en el egoísmo. ¿Lo ves,GW Carlos, por qué no puedo defender consecuentemente un ecologismo basado en el egoísmo, un "ecogoísmo?.
    Pero ¿cómo se enseña a amar lo que no sabe ni amar a sus iguales, auqellos que comparten comoespecie los mismosafanes, los ismos miedos, las mismas necesidades, si hasta una mínima diferencia de raza o extracción social concita que por la diferencia ya el igual no pueda ser comprendido, y por tanto amado?, ¿cómo entonces convencer de que hay que salvar a la tierra sólo y simplemente por amor?. Es un callejón sin salida que el ecogoísmo puede lograr abrir, apelando al egoísmo innato del ser, de cada ser humano, pero a su vez entra en contradicción con la conclusión ala que llegamos a través de tu respuesta y mi pregunta. Que sólo el amor es la potencia capaz de hacer al hombre "salvador"..arreglador de los desastres en la tierra provocados por el mismo.
    Para mí es el único camino viable consecuente, hacerlo por puro amor.
    Leee:"O sea, que de alguna forma, y como al dios mismo, se nos ha ido de las manos lo que hemos ido haciendo en el planeta,¿nein?...o sea, que de alguna forma ya somos dios.¿dios puede hacer las cosas bien?.¿Qué es hacerlas bien sino intentar amar?..Dios no amó…¿y si intentamos superar?"
    De "apuntes" que voy anotando

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