miércoles, 4 de marzo de 2009

"Nomología" o ciencia perra


Dicen que quien maltrata a uno de estos animales es capaz de maltratar a un ser humano, pero la que suscribe niega esa generalización, ya que la persona, nuestro congénere, se halla normalmente protegido por la ley, resultando así que ésta conforma la barrera en algunos seres para frenar el acto del salvajismo, maltrato o abandonol de sus semejantes. Antiguo, casi prehistórico, o al menos seguro, neolítico, es el debate entre si es la ley la que hace al hombre o viceversa, o si lo único que hace es protegernos de nosotros mismos, pero obvio resulta añadir que en el hecho legal va implícito un acto de condicionamiento que para el buen sentir termina por conformar un ser humano más afín con el anhelo que desde tiempos inmemoriales nos persigue, ésto es, la más afinada y mejor convivencia entre todos mediante la disposición de las circunstancias favorables para el afloramiento de lo mejor de nosotros mismos.
Ni somos perros ni ellos humanos. Tan degradante, por incierta, para ellos como para nosotros la comparación implícita. Pero somos nosotros los que hemos llegado a la sabiduría de la necesidad de la norma, por lo que bajo nuestra responsabilidad debe estar presentes el obligado buen trato de todo aquello que nos rodea o con lo que convivimos.
Ahora bien, por muy sabios que hayamos podido llegar a ser, acontecer muchas veces dudable, o precisamente por ello mismo, no deberíamos olvidar cuánto aún nos queda por aprender. Y es posible que prestando atención al comportamiento de estos seres con sus no semejantes adquiriéramos algo más de sabiduría.
El perro no es fiel a su "dueño". El perro, por ahora el más cercano en presencia a nosotros, es sólo fiel a sí mismo, y si en su yo, existe el afecto debido a su no congénere próximo por motivos tan obvios que no deben ser expuestos, por esa fidelidad a su sentir, jamás abandonará a lo que obscenamente nombramos como su dueño.
Es la infidelidad a sí mismo la que favorece en el ser humano la arrolladora carga de tropelías que comete contras sus semejantes, y por demás, con los que no lo son. Y si en el ser humano ha estado la capacidad para intentar dirimir una norma que nos ayude a caminar por este tortuoso sendero de la pretendida evolución, para mejor, de nuestro espíritu, no deberíamos ser infieles a ese compromiso, pues serlo, es negarnos a nosotros mismos.
Tiempos llegarán en que posiblemente ésta, la norma, ya no sea necesaria, pero por ahora, cuando aún ni hemos logrado que conforme del todo barrera contra nuestras apetencias más insanas, se vislumbra como la única herramienta posible. Debemos sentirnos levemente contentos porque al menos en algunos lugares del mundo hemos conseguido dictarlas, decirlas, nombrarlas, democráticamente entre todos.
Supongo que el problema en España estriba en redactar una que proteja del daño a los animales sin entrar en contradicción con la anuencia oficial sobre las corridas de toros. Pero creo que no debe ser tan difícil encapsular al fenómeno en sí, de tal forma y según argumentos que los expertos esgriman, para distinguir un "daño" (que se construye con arte, es decir, inteligencia y sentir del ser humano aunque estos actúen en base a, en este caso, estímulos muy primitivos, provocando con ello el uso de "pinceles" más que discutibles y hasta negables) de otro. Y aún más, tal vez ése sea el camino para que algún día y también legalmente, cualquier ser inteligente pueda encontrar la puerta para llevar a los tribunales a la mismísima fiesta de los toros.
¿Miedo? No debe existir, pues las economías que alimentan la misma se irán auto-alimentándose de otros erales de una forma paulatina y natural, si no lo hacen ya, y los gustos irán evolucionando al compás, eso sí, de las ideas que las normas, dictadas entre todos como es habitual en un país democrático, vayan amparando y fomentando.
En cualquier caso, algún que otro energúmeno se lo pensaría dos veces antes de abandonar a sus no congéneres, los perros, y mucho más, de maltratarlos, si las penas impuestas una vez que se demuestra el hecho, pasaran de no más que el pago de algunos ( y muy pocos) euros.

Tan sencillo como lo dicho. Unrealand es un lugar de perros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

 
Creative Commons License
El cuarto claro by Sofía Serra Giráldez is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-No comercial 3.0 España License.